miércoles, 22 de marzo de 2017

AMLO EN LA NUEVA DISPUTA POR LA NACIÓN

En 1981, los economistas mexicanos Rolando Cordera y Carlos Tello, publicaron un libro que titularon México, la disputa por la nación, perspectivas y opciones de desarrollo. En aquel momento expusieron que el futuro del país se estaba definiendo entre dos concepciones del desarrollo: Por un lado, la neoliberal promovida por el sector empresarial, que planteaba la paulatina reducción del estado en materia económica, alentar la apertura de espacios a la inversión externa, y una economía nacional cada vez más abierta al libre mercado. Por el otro lado, estaba la opción nacionalista promovida por el gobierno de la república en alianza con el movimiento obrero nacional, empeñados en hacer realidad los preceptos económicos, políticos y sociales contenidos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: un estado fuerte y rector de la economía, el mejoramiento permanente de las condiciones de vida de los trabajadores y justicia social para todos los mexicanos.
Los autores fueron puntuales en señalar que la disputa se libraba en un escenario de acelerada integración de las economías nacionales a un mercado global creciente liderado por los Estados Unidos “La disputa por la Nación que de manera cotidiana, en diferentes terrenos y con desigual intensidad, han empezado a librar las diferentes clases sociales -y sus organizaciones- gira en torno a la definición del contenido y el rumbo del desarrollo nacional”.[1]
“Después de 1976, cuando de manera abierta las organizaciones patronales politizan su poder económico y llevan a cabo una auténtica prueba de fuerza frente al Estado y las organizaciones de masas de las que éste tradicionalmente se ha apoyado, puede advertirse un avance sistemático en el ejercicio político del empresariado. De las incursiones coyunturales del pasado en los asuntos públicos, los propietarios pasan a una participación  permanente y activa en el quehacer político nacional”[2]
En 1976, Luis Echeverría Álvarez dejaba la presidencia de la República Mexicana en la persona de José López Portillo, quien ha sido considerado por algunos autores como el último presidente del nacionalismo revolucionario, posteriormente vendrían Miguel de la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari, con el primero, México ingresó al GAT, y con el segundo, el gobierno consumaría el ingreso del país al modelo económico neoliberal, cuando en 1994 se firma el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá, este fue el primer gran paso en la apertura comercial de México que hoy suma más de 40 tratados en la materia.
Resulta por demás explicar que esa “disputa por la nación” iniciada en el periodo echeverrista, no solo fue ganada por el sector empresarial monopólico nacional y transnacional, sino que el sector público abandonó su histórica alianza nacionalista con el movimiento obrero del país, y se convirtió en el principal promotor de la vía económica neoliberal para México.
En el periodo 1982-1994, los empresarios nacionales encabezados por Emilio Azcárraga Milmo, que habían sido los pioneros en la promoción del modelo económico se convirtieron además, en los principales beneficiarios de las reformas económicas y de las concesiones derivadas de la apertura económica del sector público, a cambio, se convirtieron en los mejores aliados del estado mexicano en lo político y lo económico.
“Televisa se vio beneficiada por un régimen postrevolucionario, el cual delegó a la familia Azcárraga el desarrollo de la televisión en México, a través de una serie de privilegios políticos y económicos a cambio de lealtad absoluta en términos de producción informativa y cultural”[3]
Hacemos referencia a estos hechos históricos, porque en mi opinión, a partir de 2012, con el planteamiento y aprobación de las reformas estructurales del Presidente Enrique Peña Nieto, empezó a tomar forma una nueva “disputa por la nación”, y en la medida que se aproxima la elección federal de julio de 2018, esta reyerta se observa con mayor claridad y fuerza en el terreno político y económico.
Pero esta nueva “disputa” no se da entre el capital externo y las fuerzas nacionalistas del país, tampoco es por la instauración del modelo económico, México ya es uno de los países con mayor apertura comercial y de los que otorga mayores condiciones de productividad al capital transnacional, la nueva “disputa por la nación” se da entre dos grupos empresariales nacionales y el motivo principal es el control político de la figura presidencial, y los beneficios que de ella se derivan mediante un programa de gobierno hecho a modo para el ganador en el sexenio 2018-2024 y subsecuentes.
“Esta guerra dio sus primeras señales públicas en 2011, cuando el Grupo Televisa y el Grupo Carso, dos gigantes de la comunicación en México, comenzaron a pelear por el tema de la comunicación, la disputa por la comunicación, como se puede advertir, no nada más representa un jugoso botín económico, sino el control político del presente, pero especialmente del futuro”.[4]
En uno de los frentes de guerra se encuentra el grupo empresarial que desde los setenta ha venido liderando el grupo Televisa, hoy representado por el heredero de la dinastía, Emilio Azcárraga Jean, y como aliados Ricardo Salinas Pliego y Joaquín Vargas, entre otros, un grupo tradicionalmente ligado al gobierno mexicano y a sus distintos Presidentes de la República, que desde el periodo de Miguel de la Madrid se instalaron en “el cuarto de al lado” de Los Pinos, y se han estado beneficiando permanentemente de esa cercanía.
Por el otro lado, se encuentra el grupo que preside Carlos Slim Helú, que nació en el periodo de Carlos Salinas de Gortari, a partir de otro jugoso negocio con el gobierno mexicano, que no ha podido monopolizar los beneficios que se derivan de la cercanía con el gobierno, pero aspira a controlar la figura presidencial. Este grupo tiene como cabezas visibles a Alfonso Romo Garza y Miguel Torruco, empresarios que hacen las funciones de brazo político, conscientes de que la vía para arrebatar la hegemonía económica y política a sus adversarios, no es luchando por controlar una vieja estructura política partidista burocrática, sino, construyendo su propia opción política para impulsar la vía económica que vislumbran para sus negocios y “para el país”, con este propósito han identificado a Andrés Manuel López Obrador, como el abanderado idóneo para librar esta lucha por el liderazgo económico y político nacional.

¿POR QUÉ AMLO?
Andrés Manuel López Obrador, AMLO, como se le conoce popularmente, quien por más que se nos diga que ha publicado 14 libros, en sus distintas incursiones políticas nunca ha podido plantear un proyecto de país medianamente integral, quienes sí lo tienen, son sus aliados empresarios e intelectuales patrocinadores, el gran mérito de AMLO, el que lo vuelve valioso para este grupo empresarial es su inagotable persistencia de querer ser Presidente de México, y su capacidad histriónica, caudillesca y mesiánica que ha desarrollado en este proceso de lucha, AMLO pasó de ser inicialmente un agitador político que tomaba pozos petroleros, calles, carreteras, que mandaba “al diablo las instituciones”, que impugnaba con intolerancia a sus adversarios (“cállate chachalaca”), a proclamar en 2012 “una república amorosa”, hay que reconocer que en 20 años de tenaz lucha se ha ganado la simpatía solidaria de un importante sector de la sociedad mexicana, y después de tantos años de lucha ya es un contrincante político muy competitivo, por eso resulta ser un excelente vehículo para que este grupo de empresarios audaces participe en la “disputa por la nación”.
AMLO no tiene un proyecto de país, solo tiene consignas con las que ha despertado la simpatía y el consentimiento solidario de muchos mexicanos: “acabar con la mafia en el poder”, “acabar con la corrupción”, “México necesita un cambio verdadero”, “no tienen llenadera”, “no lo tiene ni Obama”, así como algunas elocuencias cargadas de simbolismos religiosos guadalupanos como “MORENA es la esperanza de México”, entre otras.
AMLO, ya se siente como un patriarca de la democracia mexicana, proclama frases como: “El cambio verdadero”; “La esperanza de México”, lo hace consciente de que los mexicanos ya vivimos la alternancia en el poder y los apremios económicos de la mayoría de la población no fueron resueltos, por el contrario, la situación vino empeorando, hoy el 60 por ciento de la población está viviendo en pobreza, esto hace que la mayoría de la sociedad mexicana, en su desesperanza política, continúe buscando un líder “valeroso”, “bondadoso”, un héroe que traiga justicia y equidad para los menos favorecidos, pues independientemente de que las frases o consignas de AMLO son válidas, tenemos que admitir que la mayoría de los mexicanos tenemos una tradición política postrevolucionaria paternalista, y pretendemos que el gobierno resuelva nuestros problemas, pero además, estamos acostumbrados a ejercer nuestro derecho al voto por afinidad emocional, por simpatía, más que por la reflexión en torno a propuestas de trabajo.
Pero las banderas de lucha o consignas de AMLO están bien estudiadas, son válidas y acertadas, ¿quién, en su sano juicio, puede oponerse al “combate a la corrupción, o al “combate a la pobreza”?, el asunto estriba en que nunca ha planteado convincentemente cómo lo va a lograr, lo más que ha podido decir, es que “la pobreza la vamos a combatir acabando con la corrupción y bajando los sueldos de los funcionarios públicos”, “que va a gobernar con austeridad republicana”, o “ que va a combatir la corrupción poniendo el ejemplo desde la Presidencia de la República”, un juego de palabras con mucho significado, que sin decir cómo, le han dado resultados para posicionarse como el aspirante mejor ubicado en los estudios demoscópicos que se publican en los medios nacionales de comunicación.
Podríamos decir, que a esta caudillesca forma de ser, se han sumado los consejos brindados por algunos intelectuales estudiosos de la política además de los empresarios, actores sociales que han fraguado una coincidencia histórica que está tomando forma de movimiento político electoral, en el que se fusionan carisma, elocuencia, autenticidad mesiánica y populismo, con buenas voluntades intelectuales e intereses empresariales nacionalistas, todos proponiendo a la sociedad un “cambio verdadero” basado en la “generosidad” laica y “misericordiosa” de un hombre ya mítico, casi profético que no habla más de lo que sus estrategas le han definido como necesario, porque si habla libremente y desde su elocuencia, aflora su yo verdadero y comete errores políticos que solo le producen desconfianza entre los sectores sociales.
Además de los empresarios mencionados, los distintos medios de comunicación hablan de otras  personalidades como: Marcos Fastlicht Sackler, Jaime Bonilla, Abraham Macedo, Isaac Masri, entre otros, ellos conviven con un importante número de intelectuales y académicos ex comunistas, ex socialistas, políticos de izquierda moderada, académicos de distintas universidades, de corrientes ideológicas humanistas e indigenistas, entre muchos más, todos dando forma a un movimiento político cada día ve crecer sus posibilidades de triunfo en los comicios presidenciales del 2018.
Y para fortalecer a esta figura política operativa pero vacía de ideas, todos sostienen a coro que “AMLO es distinto al resto de la clase política nacional”, que “no tiene cola que le pisen” y que si “la tuviera ya lo hubieran denunciado y bajado”, hablan de AMLO como si fuera un misionero redentor.
Ahora bien, creo que muchos sabemos que las denuncias de anomalías políticas y administrativas han existido, y están ahí en los Tribunales y medios de comunicación, no le afectan por la impunidad de la cual goza la clase política en México, de la que AMLO es parte y también beneficiario, el estado mexicano no investiga ninguna denuncia política porque no le conviene, los asuntos judiciales de los políticos se negocian políticamente y terminan en notas mediáticas sin repercusión jurídica o judicial, por otra parte, AMLO se ha encargado de desvirtuar elocuentemente esas denuncias dándoles calificativos de infundios, para que el ciudadano no las tome en cuenta y piense, que son calumnias de sus detractores para no dejarlo llegar a la Presidencia de la República.
Al respecto, hay que decir, que si bien, nadie ha demostrado que AMLO es un corrupto, tampoco él ha transparentado los ingresos que le permiten gozar de una vida cómoda y andar recorriendo el país en una campaña que ya se extiende a los 20 años. Ahora sabemos que sus hijos también gozan de un excelente nivel de vida dedicándose a lo mismo que el padre, al activismo político honorario de tiempo completo.
“Desde hace dos años el Partido Político MORENA, que preside Andrés Manuel López Obrador a nivel nacional y Martí Batres en la ciudad de México, mantiene en la opacidad información que debe ser pública como los contratos y convenios que firma, el dinero público que ejerce y los informes de su situación patrimonial”[5]
“Solo el 5.71 por ciento de los integrantes del grupo parlamentario MORENA en la Cámara Baja han presentado sus tres declaraciones de este mecanismo para la prevención de actos de corrupción.”[6]
José Fernández Castilla, investigador del ITESM, Campus Ciudad de México, declaró “no me extraña porque cuando López Obrador fue Jefe de Gobierno bloqueó cualquier intento de transparencia en el Distrito Federal, incluida la posibilidad de crear un Instituto de Transparencia[7]
“Fue conocido el caso de su hoy esposa Beatriz Gutiérrez Müller, quien entre 2001 y 2005 fue asesora de comunicación y posteriormente en asuntos internacionales, y quien salió del GDF en 2005 por un escándalo de salarios excedidos de funcionarios”[8]
Si AMLO vive de los recursos públicos que recibe el Partido MORENA del Instituto Nacional Electoral (INE), entonces vive como todos los políticos de México, del erario público, por tanto, tiene la obligación de transparentar sus ingresos y gastos, y si no lo hace significa que pertenece y vive como la mayoría de la clase política nacional, en la opacidad, por tanto, no es sensato decir que es “diferente a los demás políticos”, y tampoco se puede tomar como un ejemplo de honradez, entonces ¿Cómo es que va a terminar con la corrupción?
También podemos recordar asuntos como las acusaciones de opacidad en la construcción y asignación presupuestal de la Universidad de la Ciudad de México, o la reserva injustificada por 12 años de la información financiera de la construcción del segundo piso del periférico, el desastre financiero de la línea 12 del metro, que si bien le fue heredada a Marcelo Ebrard, a la fecha es una caja negra oculta. Estas son solo algunas de las muchas cosas que nunca han tenido respuesta.
La revista CRÓNICA, publicó un artículo titulado 4 ½ años de AMLO, en el que se describe una extensa lista de evidencias de: autoritarismo, obras inconclusas, deuda pública, opacidad, corrupción, inseguridad e incremento de la pobreza en la ciudad de México, precisamente cuando Andrés Manuel López Obrador estuvo al frente de la administración de la Ciudad de México.
Con esto queremos decir que el grupo empresarial que apoya a Andrés Manuel López Obrador, no lo hace porque sea un hombre ejemplar, lo utilizan como bandera para ocultar el verdadero sentido de su participación política en el país, lo hacen porque quieren a toda costa desplazar a sus enemigos económicos y apoderarse de la silla presidencial, para beneficiarse de todo lo que ello significa. AMLO lo sabe, su proyecto ya inició y piensan dar el golpe de timón en la elección presidencial del 2018, donde harán todo lo posible porque gane AMLO, para extender su dominio económico y político por muchos años más.


[1] Cordera, R. y Tello, C. México, La Disputa por la Nación, Perspectivas y Opciones de Desarrollo, Ed. S. XXI, México, 1981, pág.43.
[2] OP Cit. Pág. 43
[3] Larrosa Fuentes, Juan S. La Lucha por las Telecomunicaciones en México II: La integración al mundo postindustrial. 4 de Septiembre de 2014. Rescatado de https://autorreferencial.wordpress.com/la-lucha-por-las-telecomunicaciones-en-mexico-ii-la-integracion-al-mundo-postindustrial/
[4] Op. Cit.
[5] Rafael Montes en Milenio, www.milenio.com, 4 de Marzo de 2016.
[6] El Financiero.com.mx, 7 de Febrero de 2016.
[7] El Financiero.com.mx, 7 de Febrero de 2016.
[8] Excélsior, 15 de Marzo de 2017.

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