La
elección federal de 2012 se desarrolló en medio de un ciclo económico agotado y
políticamente reprobado por la sociedad mexicana, doce años de alternancia en
el poder no fueron suficientes para realizar los ajustes macroeconómicos
necesarios, para reactivar la economía nacional y mejorar las condiciones de
vida de la sociedad, por el contrario, a la crisis económica se agregaron otros
elementos como el incremento de la incertidumbre sobre el futuro del sector
productivo, un lamentable problema de delincuencia organizada e inseguridad pública
en calles de ciudades y poblaciones de gran parte del territorio nacional.
Por
decisión popular, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y su candidato
Enrique Peña Nieto, regresaron al poder político. Lo hicieron con un mandato
social muy claro: corregir a la brevedad posible los problemas de la economía
nacional. Unos meses después, en el 2013 el planteamiento del presidente recién
electo también fue muy preciso, realizar un conjunto de reformas legislativas
transformadoras para “Mover a México”, impulsar la renovación del ciclo
económico y colocar la economía nacional en la vía del crecimiento económico y
el mejoramiento del bienestar social.
El
planteamiento de las reformas transformadoras recibió distintas opiniones de la
clase política, de organizaciones sociales y de las cúpulas económicas. Para
algunos fueron motivo de desconcierto y escepticismo, en otros generó desconfianza
y en otros resistencia definitiva al cambio, sin embargo, el Presidente de
México, respaldado en las cámaras y en los sectores sociales por su partido,
tenía que enfrentar esta situación con determinación pero también con apertura;
y en el marco de un acuerdo de diálogo entre las distintas fuerzas políticas
denominado “Pacto por México”, se priorizaron las reformas y se acordó una
agenda para llevarlas a cabo: la reforma educativa, la de telecomunicaciones,
la de competencia económica, la financiera, la energética, la hacendaria y la
política, entre las de mayor importancia, y que en conjunto permiten impulsar
en el corto y mediano plazos, importantes adecuaciones al modelo económico
nacional, haciéndolo más eficaz respecto a la satisfacción de las necesidades
sociales internas, y más productivo y congruente con el funcionamiento de la
economía competitiva global.
2013
fue un año de contrastantes expresiones políticas internas, por un lado la discusión de las reformas en
las cámaras legislativas y, por el otro, los movimientos de grupos sociales
vinculados con la izquierda, que se fueron expresando de la protesta a la
resistencia, y de la resistencia a la intolerancia. En las principales ciudades
del país y en la capital de la República se mezclaban las inciertas protestas
de la izquierda mexicana, con las maniobras y ataques orquestados por
organizaciones desestabilizadoras, parecía que el Estado perdería el control en
cualquier momento.
Sin
embargo, muchos más mexicanos con su prudencia, paciencia y tolerancia,
sostuvieron su decisión electoral y apoyaron al Presidente de la República, una
actitud social importante que, no obstante, no encontraba respaldo inmediato en
la gestión pública gubernamental, pues en ese mismo año, el gobierno federal contrajo
el gasto y la inversión pública.
Fue
un sacrificio muy fuerte para la sociedad, aunque esto también evitó que se continuara
con el dispendio de recursos en programas y políticas públicas anacrónicas que
lejos de resolver los problemas, profundizaban el deterioro económico y social
del país, fortaleciendo los vicios y las expresiones de corrupción
institucionalizada, que no permitía mejorar las expectativas de crecimiento y
bienestar social.
Para
inicios de 2014, el “Pacto por México” había cumplido su misión dando
gobernabilidad a las cámaras legislativas, a los partidos políticos y
organizaciones de la sociedad civil, todas las reformas fueron aprobadas y la
guerra contra el crimen organizado se transformó en actos de autoridad dentro
del marco del estado de derecho, la captura de decenas de líderes de
organizaciones criminales empezó a devolver la confianza de la sociedad en el estado
mexicano, y de manera particular en las instituciones y el Presidente Enrique
Peña Nieto.
Para
finales de marzo de este mismo año lo que parecía más crítico ya estaba
pasando, los actos de autoridad sobre las resistencias empezaron a pacificar al
país, y las reformas transformadoras empezaron a cambiar los rostros de incertidumbre
en semblantes de buenas expectativas.
Quienes
más pronto empezaron a reaccionar y mostrar mejor actitud fueron los
inversionistas extranjeros, los más atentos al acontecer diario, los más y
mejor informados, muchos de ellos empezaron a voltear la mirada hacia México viendo
con optimismo el futuro de nuestro país, y por supuesto que hay elementos para pensar
que las reformas transformadoras son las correctas y que, sin duda, vendrán
tiempos mejores:
·
La deuda externa que por
décadas se nos dijo que sería impagable, ahora tiene un peso relativo sobre las
finanzas públicas.
·
La capacidad de pago del país
ya no representa un fuerte contrapeso para el crecimiento del producto interno
bruto.
·
Las reformas
transformadoras aprobadas empezaron a producir los primeros resultados,
generando consenso favorable entre las instituciones económicas internacionales
como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la
Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco Mundial (BM), así como entre inversionistas
y jefes de estado de las economías más desarrolladas, entre otras voces, que se
fueron pronunciando a favor del nuevo rumbo que tomaba la economía mexicana.
·
Las calificadoras Moody´s,
Fitch Ratings, Standard and Poor´s y otras, mejoraron la calificación
crediticia del país, pasando de A a A+, es decir, un país con solvencia para
responder a sus compromisos crediticios.
Hoy
muchos analistas económicos y financieros expresan que de los llamados países
emergentes, al menos dentro del conjunto de naciones latinoamericanas, Chile y
México destacan por sus expectativas de estabilidad política y crecimiento
económico, existe consenso fundado de que en 2014 estos países crecerán
moderada pero consistente y sostenidamente. No se vislumbran acontecimientos
económicos que alteren la planeación en el corto plazo.
Una
buena señal de que las medidas tomadas en nuestro país son adecuadas, y de que
hay confianza nacional e internacional en la conducción de nuestra economía es,
sin duda, el arribo paulatino de los llamados “capitales golondrinos” a nuestro
país, sí, aquellos capitales especulativos que van por todo el mundo, de país
en país, buscando las mejores tasas de rendimiento en papel moneda, capitales
que se mueven de la cuenca del pacífico a Europa, los Estados Unidos y otros
países que consideran como los más rentables, de los cuales para el primer
trimestre de este año, la banca mexicana registró de manera somera en una
entrada del orden de 1.5 billones de pesos, cuando en todo el 2013 apenas
sobrepasaron los 300 mil millones de pesos.
Claro,
cuando en una economía las cosas se ven bien, estos capitales son los primeros
en llegar y, por el contrario, cuando las cosas ya no se valoran con las mismas
expectativas de utilidad económica, también son los primeros en salir. Por
ahora son una buena señal para la economía mexicana y, por tanto, para los
mexicanos.
La
mala noticia para esos capitales rentistas que buscan ganancias sin esfuerzo
empresarial, es que a mediados de febrero el Banco de México decretó una
reducción de las tasas de interés interbancario y demás instrumentos de renta
fija y variable, esto modera un poco sus expectativas de venir a engordar y retirarse. Esta medida
monetaria tampoco gustó a muchos del sector bancario nacional que venía
prestando al sector productivo y social poco pero muy caro, situación completamente
desfavorable para empresarios y nuevos emprendedores, ya que el costo del
dinero ha mantenido estacionada la economía nacional, urgida de inversiones para
la expansión económica y la creación de nuevas fuentes de empleo.
Lo
bueno de la medida del Banco de México, es que los ahorradores en bancos, al
ver reducidas sus utilidades, tendrán que migrar de la comodidad bancaria rentista
al sector productivo en busca de mejores tasas de rendimiento, así la banca privada
volverá a jugar el papel social que históricamente el sistema económico le tiene
asignado, como fuente de retroalimentación financiera para el sector productivo
nacional.
Ahora
bien, una palanca complementaria muy importante para el fortalecimiento de la
economía nacional y su crecimiento, es la reforma financiera, que justamente y
en buena medida, se refiere a la reestructuración
de la banca del sector público o social, cuya misión es canalizar recursos
económicos de manera efectiva, suficiente y a bajo costo al sector productivo,
una medida por demás plausible que seguramente se convertirá en el corto plazo,
en un pilar fundamental para el crecimiento económico y el desarrollo social
del país.
En
síntesis, después de un convulsionado 2013 y con las reformas transformadoras
aprobadas y en marcha, el 2014 se ve con mayor optimismo, pero México no debe
aflojar el paso y continuar haciendo un esfuerzo sostenido en: impulsar con
mayor determinación la formación de emprendedores, de mejor capital humano, asignarle
mayores recursos al sector científico y tecnológico, apoyar con programas y recursos
a la micro, pequeña y mediana empresa, mayor transparencia en el gasto y la inversión
pública, intensificar el combate a la corrupción e impunidad, y no bajar la
guardia en el combate a la inseguridad y la delincuencia organizada.
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