Presentación
Durante los meses de
noviembre y diciembre, la LVIII Legislatura del Congreso del Estado llevó a
cabo la discusión de la reforma al artículo 24 de la Constitución Federal, reforma
aprobada por el Congreso de la Unión, que por su carácter ameritaba la
discusión en los Estados para su aprobación o rechazo.
A continuación presento el
posicionamiento que sostuve en este proceso legislativo. Lo hago mediante tres
documentos: dos discursos que pronuncié en el Pleno y el relato de algunas conversaciones
con compañeros diputados después de haber concluido la discusión y fuera del
salón de sesiones.
Primer Discurso en el Pleno
Deseo
expresar a ustedes que soy militante por elección libre y razonada, de un
partido político que tiene profundas raíces ideológicas en el pensamiento y la
filosofía liberal.
Soy
integrante de un partido que abrevó del liberalismo mexicano, de la lucha
social histórica que dio origen al México Independiente, al Estado laico
fraguado durante la Guerra de Reforma, de un partido que vivió la lucha social
de la Revolución Mexicana, y la resistencia religiosa durante la guerra posterior
a la Revolución Mexicana.
Estoy
inscrito en las filas de un partido que abrevó en la filosofía política del Constituyente
de 1857 y del de 1917, impulsor de la lucha social que conformó los movimientos
sociales obrero, campesino y popular.
Políticamente
me he formado en el partido que dio origen a los gobiernos que impulsaron la
creación de las instituciones contemporáneas en busca de una democracia y
justicia social plenas para todos los mexicanos.
Como
producto de esta herencia ideológica y política, debo aceptar ante grupos de
ciudadanos que hoy están aquí representados, ante mis correligionarios y
compañeros de Grupo Legislativo, que al surgimiento de la Reforma que presentó
mi partido en el Congreso de la Unión, y que hoy da sustancia a esta sesión,
como muchos otros, fui asaltado por la desconfianza ideológica y el análisis
prematuro del contenido de la reforma, incertidumbres que me llevaron a emitir
opiniones y advertencias más temerosas que razonadas.
Sin
embargo, después de haber estudiado y analizado a fondo y a la luz de mis
convicciones liberales y progresistas los conceptos de la reforma, puedo
expresar consciente y razonadamente que:
En
mi opinión, vivimos en una sociedad informada, con una gran capacidad de
juicio, con criterio amplio y con capacidad de análisis y elección.
Una
sociedad que demanda libertad y una legislación amplia, para que cada ciudadano
vaya más allá de los corporativismos ideológicos, políticos y sociales, y pueda
elegir consciente y libremente sus prácticas ideológicas y políticas.
Aunque
esta reforma parezca una lucha entre doctrinas religiosas, no lo es, ya que el
contenido de la reforma no beneficia a una ni perjudica a otra; beneficia las
libertades democráticas y garantías ciudadanas civilizantes.
Que
por mi origen político liberal democrático, tengo la convicción personal y el
compromiso social, de impulsar toda forma legal y legítima que signifique una
ampliación y mejoramiento cualitativo, de las garantías y libertades ciudadanas,
para que cada persona tenga la posibilidad de elegir por y para sí misma.
Expongo
que la reforma no contraviene la esencia del artículo 24 constitucional
vigente, por el contrario, desglosa y amplía positivamente su significado.
La
reforma tampoco genera ambigüedades que den lugar a interpretaciones regresivas
del 24 constitucional.
Las
modificaciones propuestas y avaladas en el Congreso de la Unión por mi partido,
tampoco contravienen ni ponen en entredicho la esencia y solidez de los
artículos quinto, sexto, noveno, ciento quince y ciento treinta de nuestra
Constitución Política Federal.
Que
lo expresado en la reforma es una ampliación de los conceptos, que definen con
mayor precisión las libertades y garantías ciudadanas.
Que
en razón de lo anteriormente expuesto, me pronuncio a favor de la reforma al
artículo 24 Constitucional, porque significa un avance en la cultura cívica y
democrática ciudadana.
Muchas
gracias
Segundo Discurso en el Pleno
La
discusión más somera sobre las modificaciones a los artículos constitucionales
24 y 40, centran el debate entre defender un estado laico, o en defender un
estado conservador, por llamar la situación en los términos más convencionales.
Si
atendemos a esta lucha de posiciones, atrincheradas en paradigmas
ideológico-políticos, será muy difícil llegar a un acuerdo que nos permita
avanzar en el conocimiento de la esencia de las reformas.
Tampoco
pretendo desconocer en esta discusión, que desde la concepción y presentación
de la iniciativa original, hayan existido y existan, tentaciones retardatarias,
orientadas a la modificación futura de los artículos 5, 6, 9, 115 y 130 de la Constitución.
Un
asunto que hubiera sido grave, si los legisladores de mi partido, y de otros
partidos que respaldaron finalmente la reforma, se hubieran dejado influir por
algunos grupos afines a instituciones religiosas, que dieron principio a la
discusión, pero que al final de ella, no quedaron tan complacidos con la
redacción que hoy conocemos y discutimos.
Es
una realidad, que en el curso de la discusión, se introdujeron cambios jurídico-políticos
sustanciales, que fueron modificando el contenido y la forma de redacción.
Esto
puede comprobarse en la última redacción de la exposición de motivos,
particularmente la del Senado de la República, que agrega un componente muy sólido
a las libertades y derechos políticos ciudadanos.
En esta
evolución y redacción final de la reforma, debemos centrar la discusión,
planteando que no solamente las convicciones religiosas son dignas de respeto y
tolerancia, también todas las convicciones no religiosas: las humanistas,
filosóficas, éticas, entre otras.
Si
logramos aceptar, que además de las convicciones religiosas y no religiosas
existen otras, entonces de manera evidente estaremos aportando valor agregado a
la tolerancia y la pluralidad del pensamiento, a las conductas humanas, y por
tanto, sociales.
La reforma del 24 adiciona, cito
“Toda persona tiene derecho a la libertad de convicciones éticas, de conciencia
y de religión, y a tener o adoptar, en su caso, la de su agrado” termino la
cita.
En esta
redacción, el nuevo texto nos está otorgando un estado y un clima social más
laico y propositivo, pues una característica esencial del estado laico, es la
libertad de conciencia y la plena libertad ética civilizante.
En
función de lo anterior, si repensamos en estas dimensiones la reforma del artículo
24, veremos que lejos de acotar o eliminar derechos o libertades, la reforma está
generando reivindicaciones, largamente anheladas por grupos sociales y
personas, que hasta hoy se han sentido al margen del amparo de nuestra máxima
legislación.
Me
refiero, por supuesto, a grupos y personas que luchan por la discusión y las
garantías de sus derechos políticos ligados a actos de conciencia, tales como
los que buscan el derecho a la libertad para la interrupción del embarazo, los
que luchan por el matrimonio entre personas del mismo sexo, o la libertad para practicar
la eutanasia; libertades que por resistencias ideológicas o morales conservadoras
no han alcanzado el estatus de derechos garantizados, y por tanto no cuentan
con la protección constitucional.
Roberto
Blancarte, que ha seguido con la mayor atención esta discusión, ha reconocido
con o sin pesar, lo siguiente: Cito: “La asunción expresa del principio de la laicidad
del Estado en el artículo 40 Constitucional, implicaría el reconocimiento de
que todos los seres humanos, tienen el derecho a la libertad de conciencia, y a
la de adherirse a cualquier religión o a cualquier corriente filosófica, en su
práctica individual o colectiva”. Concluyo la cita.
Por
esta razón, me permito sugerir a quienes legítimamente defienden el pensamiento
liberal, que lean detenidamente, de forma crítica y complementaria, las
reformas a los artículos 40 y 24 constitucionales.
Tampoco
pretendo hacer una apología de las reformas, ni hacer culto al libertinaje o
conductas antisociales, creo que en la legislación secundaria deberán
precisarse los límites y los alcances de las reformas.
En
lo personal, considero que el estado laico tiene que ser muy combativo, para
continuar luchando y evolucionar de manera permanente, para superar paradigmas,
llámense conservadores o liberales, regresivos o estacionarios, y avanzar en
busca de una libertad moral plena, civilizante y constructiva, pues la
intolerancia, proceda de donde proceda, es de lo más vergonzoso que puede
generarse en una sociedad contemporánea.
Muchas
Gracias
CONVERSACIONES
POSTERIORES A LA APROBACIÓN
Después de la presentación
de argumentos en favor o en contra de la aprobación de la reforma al artículo
24 Constitucional, se dio la votación y por mayoría de votos fue aprobada. Al término
de la sesión se aproximaron a mí algunos compañeros diputados, expresando su
asombro por mi posicionamiento y mi voto a favor.
No expongo sus nombres en
este relato pero fueron legisladores de partidos de izquierda y uno de derecha.
“No es posible lo que acaban
de hacer”, exclamaron casi en coro
refiriéndose a la aprobación de la reforma al artículo 24.
El sorprendido fui yo,
contesté, y les dije: Ustedes dicen ser defensores de las libertades y los
derechos ciudadanos, principalmente de las llamadas minorías, no entiendo por qué
su voto en contra.
“Sí, pues no queremos
retroceder en las libertades y derechos ya conquistados, como lo sugiere esta
reforma que acaban de aprobar”, sentenció otro.
“A ver, ustedes impidieron
el dialogo, no dieron lugar a la reflexión en la tribuna, ¿puedo hacerles
algunas preguntas?”, repuse.
“Sí claro, las que gustes”,
dijeron.
Muy bien, contesté.
¿Están de acuerdo o en desacuerdo
que una mujer debe decidir sobre su cuerpo?, pregunté.
“Por supuesto”, exclamaron, “es
su derecho”.
No, repuse, en todo caso ellas
tienen una libertad natural a decidir sobre su cuerpo, mas esa libertad natural
no ha sido reconocida como derecho por la sociedad.
“Pues no, pero estamos
luchando por ello”, agregó otro.
Muy bien, si estamos de
acuerdo en reconocer que una mujer tiene la libertad natural de decidir sobre
su cuerpo, entonces, debemos estar de acuerdo en que esa libertad natural a la
que me he referido, por virtud de la acción de los diputados, puede ser elevada
al rango de derecho consagrado en nuestras leyes. ¿Están o no de acuerdo?, pregunté.
“Sí, claro que lo estamos”,
respondieron.
Si los diputados logramos
que esa libertad sea elevada a derecho consagrado en la constitución, entonces la
autoridad deberá garantizar protección y amparo al derecho de las mujeres a decidir
sobre su cuerpo. ¿Sí o no?
“Si por supuesto”, dijeron.
Ahora bien, si se tratase de una persona que desea casarse
con otra persona de su mismo sexo, le asistiría la misma libertad natural ¿si o
no? Respondieron nuevamente “claro que sí”.
Entonces esa libertad
natural también puede ser elevada a rango de derecho constitucional, para que
la autoridad procure y garantice que esas personas gozarán de un derecho,
argumenté.
“Sí claro”.
Bien pues justamente esa
reforma que hoy aprobamos, y que ustedes votaron en contra, nos da esa
posibilidad, la de reconocer libertades naturales y poderlas elevar a rango de
derechos constitucionales que sean garantizados por la autoridad.
Entonces, ¿en dónde encuentran ustedes que la reforma
es negativa para la sociedad?
“Bueno si lo planteas de esa
forma, claro que es positiva”, argumentó uno.
¿Pues entonces de qué otra
forma debemos plantearla?, pregunté a todos.
“Bueno es que la reforma
habla de la libertad de ética y de la libertad de conciencia, y son conceptos
religiosos que no sabemos a dónde nos van a llevar”, agregó alguien.
La ética y la libertad de
conciencia son conceptos que corresponden a la filosofía política, ustedes los
han etiquetado como conceptos religiosos, precisé.
Pero es que, ¿dónde empieza
y dónde termina la libertad ética y de conciencia? Preguntó alguien.
La libertad natural nos fue
dada por la naturaleza humana, la libertad ética te la dan los valores
humanistas y sociales que adquieres en la vida social, y que te permiten
distinguir qué es positivo y qué es negativo para ti o la sociedad, los valores
éticos nos permiten discernir sobre lo
bueno y lo malo.
La libertad de conciencia
son las decisiones que tomamos y los actos que asumimos, partiendo de lo que entendemos
como buenos o malos, a partir de nuestra libertad ética.
“Bueno, es que visto en esos
términos sí”, refirió uno de ellos.
Entonces repito, ¿de que
otra forma podemos o debemos ver la reforma?, por favor, ya expuse mis
razonamientos, que alguien exponga los de ustedes, quiero entender por qué
votaron en contra.
“Bueno, yo voté en contra
porque los grupos sociales inconformes nos han apoyado mucho en los procesos
electorales, y no les puedo quedar mal”, argumentó alguien de los presentes.
Ah, respondí, ¿entonces la
política electorera subordinó a las libertades sociales y al derecho?
“No, no lo plantees así”, reaccionó
el que había argumentado.
Entonces, ¿cómo debo entenderlo?
Si me acabas de revelar la verdadera razón de tu voto en contra de la reforma.
“Bueno, yo te entiendo pero
ellos no me iban a entender a mí”, replicó el aludido.
Pero cómo te van a entender,
si me estas demostrando que tú no habías entendido el fondo, el sentido y los
beneficios a que da lugar la reforma, por tanto, cómo se los ibas a explicar, repuse,
además de que tú interés es netamente electorero y no social.
Ante su desconcierto indiqué
“Bueno, desde mi libertad ética y de conciencia, yo me siento tranquilo porque
impulsé una reforma positiva, que amplía libertades y las garantiza
constitucionalmente. Allá ustedes y su conciencia”, concluí.
Después de esto se deshizo la
reunión y tomamos caminos distintos, sin embargo, a poco andar encontré otro
compañero diputado, de afiliación conservadora, quien al verme exclamó:
“Oye, empezaste muy bien tu
discurso, pero después me desconcertaste con tu conclusión, me atacaste”.
No, por favor, ¿en qué momento
te ataqué?
“Bueno, planteaste un
sentido de la reforma llevada al extremo”, aclaró.
¿Qué fue lo que te pareció
un exceso de mi parte?, interpelé.
“Pues que dijeras que la
reforma plantea libertades que pueden proteger a grupos minoritarios, como los
que plantean el aborto o el casamiento entre personas del mismo sexo”.
Respondí: “Ah, eso te
parece un exceso, entonces, ¿cuáles son los alcances de la reforma? ¿O acaso no
los tiene? ¡Me estás diciendo que fue una reforma inútil!”
“No, por supuesto que no,
creo que solo se trata de agregar conceptos como la libertad ética y de
conciencia, para comprender mejor la libertad de religión”.
Me perdonas, pero eso
implicaría servir a las religiones y no a la sociedad, ustedes impulsaron desde
el inicio esta reforma, ahora acéptenla como quedó expresada en la redacción
del nuevo artículo 24, con eso se abren las
puertas al reconocimiento de nuevas libertades de existencia y convivencia ciudadanas
y que debemos convertir en derechos. Señalé.
“Bueno esperemos que no suceda
eso”, acotó.
“Pues yo espero que sí suceda,
porque ahora pienso trabajar en una reforma, para que en Puebla, se permita que
las mujeres decidan sobre su cuerpo y que se permitan los matrimonios entre
personas del mismo sexo, entre otras nuevas formas de expresión social”,
señalé.
“Te repito, espero que no
suceda”, dijo y se despidió con un adiós.
Adiós, concluí, y cada uno retomó
su camino.