En 1981, los economistas mexicanos
Rolando Cordera y Carlos Tello, publicaron un libro que titularon México, la disputa por la nación, perspectivas
y opciones de desarrollo. En aquel momento expusieron que el futuro del
país se estaba definiendo entre dos concepciones del desarrollo: Por un lado,
la neoliberal promovida por el sector empresarial, que planteaba la paulatina reducción
del estado en materia económica, alentar la apertura de espacios a la inversión
externa, y una economía nacional cada vez más abierta al libre mercado. Por el
otro lado, estaba la opción nacionalista promovida por el gobierno de la
república en alianza con el movimiento obrero nacional, empeñados en hacer
realidad los preceptos económicos, políticos y sociales contenidos en la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos: un estado fuerte y rector de la
economía, el mejoramiento permanente de las condiciones de vida de los
trabajadores y justicia social para todos los mexicanos.
Los autores fueron puntuales en
señalar que la disputa se libraba en un escenario de acelerada integración de
las economías nacionales a un mercado global creciente liderado por los Estados
Unidos “La disputa por la Nación que de
manera cotidiana, en diferentes terrenos y con desigual intensidad, han
empezado a librar las diferentes clases sociales -y sus organizaciones- gira en
torno a la definición del contenido y el rumbo del desarrollo nacional”.[1]
“Después
de 1976, cuando de manera abierta las organizaciones patronales politizan su
poder económico y llevan a cabo una auténtica prueba de fuerza frente al Estado
y las organizaciones de masas de las que éste tradicionalmente se ha apoyado,
puede advertirse un avance sistemático en el ejercicio político del
empresariado. De las incursiones coyunturales del pasado en los asuntos
públicos, los propietarios pasan a una participación permanente y activa en el quehacer político
nacional”[2]
En 1976, Luis Echeverría Álvarez
dejaba la presidencia de la República Mexicana en la persona de José López
Portillo, quien ha sido considerado por algunos autores como el último
presidente del nacionalismo revolucionario, posteriormente vendrían Miguel de
la Madrid Hurtado y Carlos Salinas de Gortari, con el primero, México ingresó
al GAT, y con el segundo, el gobierno consumaría el ingreso del país al modelo
económico neoliberal, cuando en 1994 se firma el Tratado de Libre Comercio
entre México, Estados Unidos y Canadá, este fue el primer gran paso en la
apertura comercial de México que hoy suma más de 40 tratados en la materia.
Resulta por demás explicar que esa “disputa
por la nación” iniciada en el periodo echeverrista, no solo fue ganada por el
sector empresarial monopólico nacional y transnacional, sino que el sector
público abandonó su histórica alianza nacionalista con el movimiento obrero del
país, y se convirtió en el principal promotor de la vía económica neoliberal
para México.
En el periodo 1982-1994, los
empresarios nacionales encabezados por Emilio Azcárraga Milmo, que habían sido
los pioneros en la promoción del modelo económico se convirtieron además, en
los principales beneficiarios de las reformas económicas y de las concesiones
derivadas de la apertura económica del sector público, a cambio, se
convirtieron en los mejores aliados del estado mexicano en lo político y lo
económico.
“Televisa
se vio beneficiada por un régimen postrevolucionario, el cual delegó a la
familia Azcárraga el desarrollo de la televisión en México, a través de una
serie de privilegios políticos y económicos a cambio de lealtad absoluta en
términos de producción informativa y cultural”[3]
Hacemos referencia a estos hechos
históricos, porque en mi opinión, a partir de 2012, con el planteamiento y
aprobación de las reformas estructurales del Presidente Enrique Peña Nieto, empezó
a tomar forma una nueva “disputa por la nación”, y en la medida que se aproxima
la elección federal de julio de 2018, esta reyerta se observa con mayor
claridad y fuerza en el terreno político y económico.
Pero esta nueva “disputa” no se da
entre el capital externo y las fuerzas nacionalistas del país, tampoco es por
la instauración del modelo económico, México ya es uno de los países con mayor
apertura comercial y de los que otorga mayores condiciones de productividad al
capital transnacional, la nueva “disputa por la nación” se da entre dos grupos
empresariales nacionales y el motivo principal es el control político de la
figura presidencial, y los beneficios que de ella se derivan mediante un
programa de gobierno hecho a modo para el ganador en el sexenio 2018-2024 y
subsecuentes.
“Esta
guerra dio sus primeras señales públicas en 2011, cuando el Grupo Televisa y el
Grupo Carso, dos gigantes de la comunicación en México, comenzaron a pelear por
el tema de la comunicación, la disputa por la comunicación, como se puede
advertir, no nada más representa un jugoso botín económico, sino el control
político del presente, pero especialmente del futuro”.[4]
En uno de los frentes de guerra se
encuentra el grupo empresarial que desde los setenta ha venido liderando el grupo
Televisa, hoy representado por el heredero de la dinastía, Emilio Azcárraga
Jean, y como aliados Ricardo Salinas Pliego y Joaquín Vargas, entre otros, un grupo
tradicionalmente ligado al gobierno mexicano y a sus distintos Presidentes de
la República, que desde el periodo de Miguel de la Madrid se instalaron en “el
cuarto de al lado” de Los Pinos, y se han estado beneficiando permanentemente
de esa cercanía.
Por el otro lado, se encuentra el
grupo que preside Carlos Slim Helú, que nació en el periodo de Carlos Salinas
de Gortari, a partir de otro jugoso negocio con el gobierno mexicano, que no ha
podido monopolizar los beneficios que se derivan de la cercanía con el gobierno,
pero aspira a controlar la figura presidencial. Este grupo tiene como cabezas
visibles a Alfonso Romo Garza y Miguel Torruco, empresarios que hacen las
funciones de brazo político, conscientes de que la vía para arrebatar la
hegemonía económica y política a sus adversarios, no es luchando por controlar
una vieja estructura política partidista burocrática, sino, construyendo su
propia opción política para impulsar la vía económica que vislumbran para sus
negocios y “para el país”, con este propósito han identificado a Andrés Manuel
López Obrador, como el abanderado idóneo para librar esta lucha por el
liderazgo económico y político nacional.
¿POR
QUÉ AMLO?
Andrés Manuel López Obrador, AMLO,
como se le conoce popularmente, quien por más que se nos diga que ha publicado
14 libros, en sus distintas incursiones políticas nunca ha podido plantear un
proyecto de país medianamente integral, quienes sí lo tienen, son sus aliados
empresarios e intelectuales patrocinadores, el gran mérito de AMLO, el que lo
vuelve valioso para este grupo empresarial es su inagotable persistencia de
querer ser Presidente de México, y su capacidad histriónica, caudillesca y
mesiánica que ha desarrollado en este proceso de lucha, AMLO pasó de ser inicialmente
un agitador político que tomaba pozos petroleros, calles, carreteras, que
mandaba “al diablo las instituciones”, que impugnaba con intolerancia a sus
adversarios (“cállate chachalaca”), a proclamar en 2012 “una república
amorosa”, hay que reconocer que en 20 años de tenaz lucha se ha ganado la
simpatía solidaria de un importante sector de la sociedad mexicana, y después
de tantos años de lucha ya es un contrincante político muy competitivo, por eso
resulta ser un excelente vehículo para que este grupo de empresarios audaces participe
en la “disputa por la nación”.
AMLO no tiene un proyecto de país,
solo tiene consignas con las que ha despertado la simpatía y el consentimiento
solidario de muchos mexicanos: “acabar con la mafia en el poder”, “acabar con
la corrupción”, “México necesita un cambio verdadero”, “no tienen llenadera”,
“no lo tiene ni Obama”, así como algunas elocuencias cargadas de simbolismos
religiosos guadalupanos como “MORENA es la esperanza de México”, entre otras.
AMLO, ya se siente como un patriarca
de la democracia mexicana, proclama frases como: “El cambio verdadero”; “La
esperanza de México”, lo hace consciente de que los mexicanos ya vivimos la
alternancia en el poder y los apremios económicos de la mayoría de la población
no fueron resueltos, por el contrario, la situación vino empeorando, hoy el 60
por ciento de la población está viviendo en pobreza, esto hace que la mayoría
de la sociedad mexicana, en su desesperanza política, continúe buscando un
líder “valeroso”, “bondadoso”, un héroe que traiga justicia y equidad para los
menos favorecidos, pues independientemente de que las frases o consignas de
AMLO son válidas, tenemos que admitir que la mayoría de los mexicanos tenemos
una tradición política postrevolucionaria paternalista, y pretendemos que el gobierno
resuelva nuestros problemas, pero además, estamos acostumbrados a ejercer
nuestro derecho al voto por afinidad emocional, por simpatía, más que por la
reflexión en torno a propuestas de trabajo.
Pero las banderas de lucha o
consignas de AMLO están bien estudiadas, son válidas y acertadas, ¿quién, en su
sano juicio, puede oponerse al “combate a la corrupción, o al “combate a la
pobreza”?, el asunto estriba en que nunca ha planteado convincentemente cómo lo
va a lograr, lo más que ha podido decir, es que “la pobreza la vamos a combatir
acabando con la corrupción y bajando los sueldos de los funcionarios públicos”,
“que va a gobernar con austeridad republicana”, o “ que va a combatir la
corrupción poniendo el ejemplo desde la Presidencia de la República”, un juego
de palabras con mucho significado, que sin decir cómo, le han dado resultados
para posicionarse como el aspirante mejor ubicado en los estudios demoscópicos
que se publican en los medios nacionales de comunicación.
Podríamos decir, que a esta caudillesca
forma de ser, se han sumado los consejos brindados por algunos intelectuales
estudiosos de la política además de los empresarios, actores sociales que han
fraguado una coincidencia histórica que está tomando forma de movimiento
político electoral, en el que se fusionan carisma, elocuencia, autenticidad
mesiánica y populismo, con buenas voluntades intelectuales e intereses
empresariales nacionalistas, todos proponiendo a la sociedad un “cambio
verdadero” basado en la “generosidad” laica y “misericordiosa” de un hombre ya
mítico, casi profético que no habla más de lo que sus estrategas le han
definido como necesario, porque si habla libremente y desde su elocuencia,
aflora su yo verdadero y comete errores políticos que solo le producen
desconfianza entre los sectores sociales.
Además de los empresarios
mencionados, los distintos medios de comunicación hablan de otras personalidades como: Marcos Fastlicht Sackler, Jaime
Bonilla, Abraham Macedo,
Isaac Masri, entre otros,
ellos conviven con un
importante número de intelectuales y académicos ex comunistas, ex socialistas,
políticos de izquierda moderada, académicos de distintas universidades, de corrientes
ideológicas humanistas e indigenistas, entre muchos más, todos dando forma a un
movimiento político cada día ve crecer sus posibilidades de triunfo en los
comicios presidenciales del 2018.
Y para fortalecer a esta figura
política operativa pero vacía de ideas, todos sostienen a coro que “AMLO es
distinto al resto de la clase política nacional”, que “no tiene cola que le pisen”
y que si “la tuviera ya lo hubieran denunciado y bajado”, hablan de AMLO como
si fuera un misionero redentor.
Ahora bien, creo que muchos sabemos que
las denuncias de anomalías políticas y administrativas han existido, y están
ahí en los Tribunales y medios de comunicación, no le afectan por la impunidad de
la cual goza la clase política en México, de la que AMLO es parte y también
beneficiario, el estado mexicano no investiga ninguna denuncia política porque
no le conviene, los asuntos judiciales de los políticos se negocian
políticamente y terminan en notas mediáticas sin repercusión jurídica o
judicial, por otra parte, AMLO se ha encargado de desvirtuar elocuentemente
esas denuncias dándoles calificativos de infundios, para que el ciudadano no
las tome en cuenta y piense, que son calumnias de sus detractores para no
dejarlo llegar a la Presidencia de la República.
Al respecto, hay que decir, que si
bien, nadie ha demostrado que AMLO es un corrupto, tampoco él ha transparentado
los ingresos que le permiten gozar de una vida cómoda y andar recorriendo el
país en una campaña que ya se extiende a los 20 años. Ahora sabemos que sus
hijos también gozan de un excelente nivel de vida dedicándose a lo mismo que el
padre, al activismo político honorario de tiempo completo.
“Desde
hace dos años el Partido Político MORENA, que preside Andrés Manuel López
Obrador a nivel nacional y Martí Batres en la ciudad de México, mantiene en la
opacidad información que debe ser pública como los contratos y convenios que
firma, el dinero público que ejerce y los informes de su situación patrimonial”[5]
“Solo
el 5.71 por ciento de los integrantes del grupo parlamentario MORENA en la
Cámara Baja han presentado sus tres declaraciones de este mecanismo para la
prevención de actos de corrupción.”[6]
José Fernández Castilla, investigador
del ITESM, Campus Ciudad de México, declaró “no me extraña porque cuando López Obrador fue Jefe de Gobierno bloqueó
cualquier intento de transparencia en el Distrito Federal, incluida la
posibilidad de crear un Instituto de Transparencia”[7]
“Fue
conocido el caso de su hoy esposa Beatriz Gutiérrez Müller, quien entre 2001 y
2005 fue asesora de comunicación y posteriormente en asuntos internacionales, y
quien salió del GDF en 2005 por un escándalo de salarios excedidos de
funcionarios”[8]
Si AMLO vive de los recursos públicos
que recibe el Partido MORENA del Instituto Nacional Electoral (INE), entonces
vive como todos los políticos de México, del erario público, por tanto, tiene
la obligación de transparentar sus ingresos y gastos, y si no lo hace significa
que pertenece y vive como la mayoría de la clase política nacional, en la
opacidad, por tanto, no es sensato decir que es “diferente a los demás
políticos”, y tampoco se puede tomar como un ejemplo de honradez, entonces
¿Cómo es que va a terminar con la corrupción?
También
podemos recordar asuntos como las acusaciones de opacidad en la construcción y
asignación presupuestal de la Universidad de la Ciudad de México, o la reserva injustificada
por 12 años de la información financiera de la construcción del segundo piso
del periférico, el desastre financiero de la línea 12 del metro, que si bien le
fue heredada a Marcelo Ebrard, a la fecha es una caja negra oculta. Estas son
solo algunas de las muchas cosas que nunca han tenido respuesta.
La revista CRÓNICA, publicó un
artículo titulado 4 ½ años de AMLO, en el que se describe una extensa lista de evidencias
de: autoritarismo, obras inconclusas, deuda pública, opacidad, corrupción,
inseguridad e incremento de la pobreza en la ciudad de México, precisamente
cuando Andrés Manuel López Obrador estuvo al frente de la administración de la
Ciudad de México.
Con esto
queremos decir que el grupo empresarial que apoya a Andrés Manuel López
Obrador, no lo hace porque sea un hombre ejemplar, lo utilizan como bandera
para ocultar el verdadero sentido de su participación política en el país, lo
hacen porque quieren a toda costa desplazar a sus enemigos económicos y
apoderarse de la silla presidencial, para beneficiarse de todo lo que ello
significa. AMLO lo sabe, su proyecto ya inició y piensan dar el golpe de timón
en la elección presidencial del 2018, donde harán todo lo posible porque gane
AMLO, para extender su dominio económico y político por muchos años más.
[1]
Cordera, R. y Tello, C. México, La
Disputa por la Nación, Perspectivas y Opciones de Desarrollo, Ed. S. XXI,
México, 1981, pág.43.
[2]
OP Cit. Pág. 43
[3]
Larrosa Fuentes, Juan S. La Lucha por las
Telecomunicaciones en México II: La integración al mundo postindustrial. 4
de Septiembre de 2014. Rescatado de https://autorreferencial.wordpress.com/la-lucha-por-las-telecomunicaciones-en-mexico-ii-la-integracion-al-mundo-postindustrial/
[4]
Op. Cit.
[6]
El Financiero.com.mx, 7 de Febrero de 2016.
[7]
El Financiero.com.mx, 7 de Febrero de 2016.
[8]
Excélsior, 15 de Marzo de 2017.