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CONTENIDO
I.
UN REPASO A LA
HISTORIA DEL SISTEMA ECONÓMICO.
II.
REACCIÓN SOCIAL
ANTE LA POLARIZACIÓN ECONÓMICA.
III.
EL MÉXICO
NEOLIBERAL, EFECTOS Y ÁREAS DE OPORTUNIDAD.
IV.
NI MANDATO
DIVINO NI CONDENA FATAL.
I.
UN
REPASO A LA HISTORIA DEL SISTEMA ECONÓMICO
La
historia económica relata que el 1 de Julio de 1944, prácticamente al término
de la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno de los Estados Unidos de América (EUA),
que había resultado con afectaciones menores, coordinadamente con la muy derruida
Inglaterra, convocaron al resto de los países europeos beligerantes para una
reunión que se desarrolló en la localidad de Bretton Woods, New Hampshire,
participando en ella 44 representantes de igual número de países.
Tres
economistas encabezaron la primera reunión cumbre: el británico y principal
intelectual John Maynard Keynes, Henry Morgenthau, Secretario del Tesoro de EUA
y su Consejero Harry Dexter Whithe, quienes modificando el liberalismo económico
de Adam Smith, presentaron un plan para la reconstrucción de las deterioradas
economías de Europa, Asia y África.
El
Plan establecía un Nuevo Orden Económico Internacional, bajo las siguientes
premisas:
Primera:
El acompañamiento del Patrón-Oro (hasta entonces único sistema monetario) con la
introducción del Patrón-Dólar, como medidas de valor para las monedas de las naciones
participantes. Esto colocó a los EUA en el centro del Nuevo Orden Económico, y
el dólar adquiría la categoría de única moneda intercambiable por oro. A partir
de entonces las monedas de los demás países tendrían como referencia de valor
el dólar estadounidense.
Segunda:
Proveer financiamiento a bajo costo para que los países afectados por la guerra
pudieran acceder a recursos para reconstruir su infraestructura y economía en
general. Con tal propósito se crearon el Fondo Monetario Internacional (FMI) y
el Banco Internacional para la Reconstrucción y Desarrollo (BIRD).
Tercera:
La aceptación de un acuerdo para la posterior creación de una Organización
Mundial de Comercio, como un organismo para eliminar paulatinamente el proteccionismo,
toda vez que sería un organismo garante del diseño y aplicación de mecanismos
de impulso al libre comercio y la conformación de un mercado internacional.
Estos,
entre otros acuerdos de Bretton Woods, robustecieron el protagonismo de los
EUA, y lo colocaron como país líder en el contexto económico internacional
occidental. Al mismo tiempo, esto garantizó a los Estados Unidos su
expansionismo económico y financiero hacia el mercado que a partir de ese
momento conformaban los países firmantes de los acuerdos.
Tan
sólo 3 años después (1947) y como una reedición de los acuerdos de Bretton
Woods, el general estadounidense George Marshall propuso en el seno de esta
agrupación de países el Plan que hasta hoy lleva su nombre “Plan Marshall”, en el
cual los EUA se atribuyeron la rectoría de la vida económica, política y militar
de los países del capitalismo occidental.
Plasmados
en el Plan Marshall, en lo económico se refrendaron los acuerdos de Bretton
Woods, en lo político los EUA asumieron la facultad de instalar por la vía del
intervencionismo diplomático “gobiernos democráticos” en aquellos países donde consideraban
que no los había, en lo militar se concibieron como los guardianes del orden
internacional occidental capitalista, en oposición al bloque socialista
comandado por la Unión Soviética.
Ya
en los años setenta del siglo pasado, Andréi Gromyko, economista y científico social
ruso, en una de sus investigaciones sostiene que “Washington y el Presidente
Truman partieron de la falsa premisa de que la victoria obtenida imponía al
pueblo norteamericano una permanente responsabilidad por la dirección del
mundo. Para materializar estas pretensiones se emplearon distintos medios
políticos, militares, económicos”.[1]
Prosigue
Gromyko diciendo que “la victoria que los pueblos amantes de la libertad
obtuvieron sobre la Alemania nazi y el Japón militarista determinó cambios
radicales en el mundo y dio lugar a una nueva correlación de fuerzas en el
ámbito internacional”.[2]
Para
1948 la economía norteamericana consolidaba su expansionismo tanto de
mercancías como de capitales, su principal área de oportunidad estuvo
conformada por los países de Europa, para facilitar la expansión de los
capitales norteamericanos promovieron la formación de nuevos acuerdos
internacionales como la firma de un Acuerdo General Sobre Aranceles Aduaneros y
Comercio, que por sus siglas sería conocido como el GATT, cuyo propósito fue
eliminar el “indeseable” proteccionismo de las economías nacionalistas. México
no ingresó en ese momento al GATT pero los Estados Unidos y Canadá iniciaron
una campaña permanente para el convencimiento que concluiría en 1986 con la
firma del protocolo de Ginebra, Suiza, mediante el cual México se convirtió en
el país número 92 del GATT.
En
1994, también a iniciativa de los Estados Unidos se realizó una reunión en
Uruguay, que tuvo como propósito efectuar un análisis del comercio mundial. Ahí
llegaron a la conclusión de que el GATT ya era un instrumento insuficiente para
la promoción del libre comercio, se planteó la necesidad de firmar un acuerdo
marco que garantizara una mayor amplitud arancelaria y jurídica al Comercio
Mundial, así fue como se acordó la creación de la Organización Mundial de
Comercio (OMC), que materializó uno de los postulados centrales de los acuerdos
de Bretton Woods.
En
el 2001, dentro de la Cuarta Conferencia Ministerial de la OMC, Estados Unidos
y sus principales aliados económicos promovieron reformas jurídicas
internacionales para darle mayor certidumbre al Sistema Internacional de
Comercio en Norteamérica, para ello, el 17 de diciembre de 1992, se firmó el
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Y todos sabemos que
después de casi una década de negociaciones, en febrero del 2015, a instancia
del entonces Presidente Barack Obama, se firmó el Acuerdo Transpacífico de
Cooperación Económica (TPP). Un logro muy importante para EUA y sus aliados, que
incluso dejó fuera de este tratado a China, quien había sido uno de los países
impulsores.
Al
amparo del sistema económico neoliberal de libre mercado, creado en 1944, Francia,
Italia, La República Federal Alemana, Bélgica, Luxemburgo, entre otros países,
impulsaron en 1957 la firma del Tratado de Roma que dio como resultado la
creación de la Comunidad Económica Europea (CEE), la cual hizo posible la Unión
Aduanera de Libre Tránsito y por tanto la creación de un mercado común europeo
regido por un mismo protocolo, en ese
momento se justificó el hecho diciendo que el objetivo era impulsar un crecimiento
económico y desarrollo social armónicos en toda Europa, no obstante que el
trasfondo era tener mayor participación en los mercados y control de los
mecanismos de libre comercio.
El
crecimiento interno y la expansión económica continuó para ese grupo de países europeos,
los resultados crecientes en lo económico propiciaron que años posteriores se
fueran integrando otros países como Dinamarca, El Reino Unido, Grecia, España y
Portugal.
A
partir del 1 de enero de 1999, los Estados miembros de la Unión Europea (UE)
con excepción del Reino Unido decidieron adoptar un modelo de unidad monetaria,
e impulsaron la creación del Banco Central de Europa como entidad responsable
de la Política Monetaria de los Estados adheridos, así establecieron el Euro
como moneda oficial de la Unión Europea, que para entonces ya estaba integrada
por 19 Estados: Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Eslovaquia, España,
Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Letonia, Países Bajos,
Portugal, entre los más importantes.
Como
resultado de las medidas adoptadas en Bretton Woods a lo largo de 50 años, Estados
Unidos, el Reino Unido, Europa y algunos otros países de los llamados en vías
de desarrollo, se beneficiaron del Sistema Económico Neoliberal y el libre
comercio. Las inversiones de los Estados Unidos se expandieron dentro de sus
fronteras y por todo el mundo; Europa se reconstruyó, creció y se expandió de
forma acelerada dentro de sí misma y hacia los demás continentes; Japón se recuperó
de la muy dolorosa derrota militar en la Segunda Guerra Mundial y se convirtió
en potencia económica. La fórmula de John Maynard Keynes había funcionado.
Sin
embargo, hoy día casi nadie está contento con el sistema económico neoliberal.
El modelo está generando efectos económicos, sociales y políticos distintos a
los pronosticados por John Maynard Keynes, quien “pensó en la existencia de un
mundo próspero, con una economía global, abierta al comercio, con libre
circulación de mercancías”.[3]
II.
REACCIÓN
SOCIAL ANTE LA POLARIZACIÓN ECONÓMICA
Hoy
es evidente para el mundo que el neoliberalismo ha sido muy eficiente para
generar y concentrar la riqueza mundial en muy pocos monopolios
multinacionales, el 1 por ciento de la población mundial concentra el 50 por
ciento del producto interno bruto global, y a la vez, propició una feroz
competencia entre monopolios que aniquilan a la micro, pequeña y mediana
empresa, dejando sin oportunidad de participación del ingreso mundial a
centenares de millones de personas.
Este
sistema económico ha creado zonas geográficas de producción donde mantiene los
ingresos de los trabajadores muy bajos para aumentar de manera inequitativa sus
tasas de utilidad, impulsó el crecimiento acelerado de la población mundial
para crear un inmenso mercado de consumo, creando necesidades consumistas en la
sociedad de todos los países, y en resumen, hoy se evidencia como una gran fábrica
mundial de pobreza, hambruna, violencia racial, discriminación, ilegalidad y la
consecuente pérdida de valores humanos y culturales.
Pero
la situación ya alcanzó a la población occidental que acusa angustiosamente los
problemas económicos familiares, sociales y políticos que está empezando a
vivir, ya están surgiendo corrientes de pensamiento anti-sistemático,
movimientos sociales que se vuelcan en protestas que demandan oportunidades de
participación en la generación y distribución de la riqueza que se crea en el
mundo.
Veamos
algunos de estos efectos anti-sistémicos:
En
el Reino Unido, la cuna intelectual del liberalismo y neoliberalismo económico de
Adam Smith y Jonh Maynard Keynes, respectivamente, la voz de la clase media ha
protestado por la pérdida de su poder adquisitivo, de su calidad de vida, y la pérdida
de empleos ante el ingreso de millones de migrantes de toda Europa, Asia,
África y Medio Oriente. En el 2016 se opuso a la propuesta alemana de que los
países de la Unión Europea recibieran cuotas de refugiados del Medio Oriente.
La clase media del Reino Unido (Inglaterra, principalmente) consideró esto como
la gota que derramó el vaso, y el 23 de julio de ese año expresaron su
desacuerdo votando por la salida del Reino Unido de la Unión Europea, un
referendo conocido como el “Brexit” cuyas consecuencias económicas están por
evaluarse, pero que debemos considerar como una respuesta nacionalista y proteccionista
en contra de la pobreza que al interior de los países está propiciando el sistema
económico.
Pero
mientras el resto del mundo se sorprendía con esta decisión de la población del
Reino Unido, en Norteamérica –considerada la otra gran porción del epicentro capitalista
neoliberal- el sistema económico también ha venido generando estragos sociales que
apuntan en el mismo sentido que lo sucedido en el Reino Unido.
El
8 de noviembre de 2016, el triunfo electoral de Donald Trump fue la expresión
doliente de la clase media norteamericana, del pequeño y mediano empresario que
está perdiendo sus negocios ante la voracidad de los monopolios
multinacionales. Donald Trump es también el reflejo de la inconformidad de la clase
trabajadora de norteamericanos que ha perdido su poder adquisitivo, que ven en
riesgo sus empleos, su estabilidad económica por la migración latinoamericana y
la movilidad de las empresas hacia mercados de trabajo más rentables como
México y China. Donald Trump encarna la expresión del hartazgo de la sociedad
yanqui ante una inestabilidad económica interna sin precedente, y por las
corrientes migratorias de todo el mundo en busca de oportunidades de trabajo.
Este
triunfo del conservadurismo norteamericano hizo que la mayoría de
norteamericanos y ciudadanos del mundo, viéramos con sorpresa que un populista
como Donald Trump ganara la elección presidencial, teniendo como propuesta
central la difusión de ideas: “patrioteras, proteccionistas, globalifóbicas y
homofóbicas”, dando como resultado que el 24 de enero de 2017, a tan solo unas
horas de haber tomado posesión como Presidente de los Estados Unidos, cumpliera
una al firmar una Orden Ejecutiva para retirar a su país del grupo de naciones
adheridas al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), apartándose
de un mercado que conforman 12 países, que representan el 40 por ciento de la economía
mundial, y un mercado potencial de 800 millones de personas. Pero además, ya
siendo presidente, con ideas muy poco claras por la falta de información y
propuestas específicas, refrendó su consigna de aniquilar el Tratado de Libre
Comercio entre México-Estados Unidos-Canadá, el TLCAN, una noticia que generó
desconcierto en el mundo de los negocios. Obviamente, esta decisión del
Presidente de los Estados Unidos de América representa un contrasentido al
sistema económico profesado por los grandes capitalistas de su país.
Canadá
también está pasando por un mal momento, su moneda se ha depreciado frente al
dólar estadounidense, ha perdido competitividad por el incremento de costos en
mano de obra. Por ejemplo, el 2 de enero de 2017, el Departamento de Comercio
de los Estados Unidos, anunció que las ventas de Canadá al mercado
estadounidense representaron 230 mil millones de dólares, mientras que en el
mismo periodo las de México a Estados Unidos importaron 245 mil millones de
dólares, esto significó que México desplazó a la economía canadiense al segundo
lugar como socio comercial de EUA, algo que no gustó nada a las autoridades del
país del maple, y el 24 de enero de 2017, Donald Trump, vía twitter, anunció
que el día 25 del mismo mes firmaría la Orden Ejecutiva para la renegociación
del TLCAN con México, no con Canadá, los canadienses más conservadores dieron
su pésame a México diciendo que lo sentían mucho, “que amaban a México”, pero tendrían
que renegociar por su cuenta con los EUA, y aunque esto jurídicamente no es tan
sencillo, los medios de comunicación colocaron en sus primeras planas y
columnas los más variados epitafios al TLCAN, ese mismo día 24, Ildefonso
Guajardo, Secretario de Economía de México señaló que si no había condiciones
para una renegociación, México también se retiraría del TLCAN y negociaría
acuerdos por separado y por rama de actividad económica, como antes del TLC,
mientras esta aseveración del Secretario de Economía unía a la sociedad
mexicana teniendo como base el añejo sentimiento cultural antiyanqui, en Canadá
generó una profunda división de opiniones, pues hubo grupos económicos que
refiriéndose a los buenos negocios con México, expresaron su desacuerdo
diciendo que “las manufacturas siguen siendo muy competitivas en términos
salariales y de ubicación frente a otros productos y proveedores”[4],
esto fue expresado el 2 de enero de 2017, por Marco Oviedo, economista en jefe
de Barclays para México.
Cronológicamente,
en Europa, también encontramos muestra de las ideas conservadoras, proteccionistas
y nacionalistas que campean por el mundo, el 2 de enero de 2017, la líder del partido ultraderechista francés
Frente Nacional (FN), Marine Le Pen, -quien inició su carrera política hacia la
Presidencia de la Republica presentándose como “la candidata del pueblo”-, arengó a sus seguidores con discursos contra
la globalización y contra la Unión Europea, a la que calificó de un “rotundo
fracaso que no ha podido cumplir ninguna de sus promesas”[5].
Se pronunció por la salida de Francia de la Unidad Monetaria del Euro, y por el
“restablecimiento de la moneda nacional”, elogió al pueblo británico por el “Brexit”,
y puso a Donald Trump como ejemplo de lo que es posible hacer, refiriéndose a
su triunfo político electoral, por supuesto, también se pronunció en contra del
islamismo y las corrientes migratorias que amenazan la cultura, estilo y nivel
de vida de los franceses.
III.
EL
MÉXICO NEOLIBERAL, EFECTOS Y ÁREAS DE OPORTUNIDAD.
En
México las cosas no están mejor, porque si bien hemos recibido algunos beneficios
de la globalización, como ser receptores de importantes flujos de inversión
externa de Norteamérica y Europa, que México sea hoy un país exportador y
primer socio comercial de EUA, primer socio comercial de Canadá, primer socio
comercial latinoamericano de Alemania; que
sea considerado como la décimo
cuarta economía del mundo, que muchos mexicanos tengan empleo en alguna empresa
multinacional, es cierto, pero también podemos decir, que son logros
absolutamente relativos, porque en México la inversión externa ha desarrollado un
alto nivel de competitividad con base a un nivel salarial y un poder
adquisitivo muy bajo, así como una calidad de vida muy desigual entre su
población.
Respecto
al tema, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía señala que “al
compararse la evolución de la productividad media laboral (entendida aquí
simplemente como la variación del producto entre la variación del insumo
laboral), se observa que -ya sea que se le mire como productividad por persona
ocupada o persona por hora-, una u otra vienen incrementándose más rápido que
los salarios reales (ya sea el mínimo o el promedio de cotización),
especialmente después de 2009”.[6]
Por
supuesto que no es justo sostener un elevado nivel internacional de
productividad a costa del nivel de vida de la población. Porque al final, esto significa
que hay una transferencia del valor generado por el trabajador a una empresa
generalmente extranjera. Por eso, las multinacionales prefieren invertir en
México que en otros países con mejores salarios, recordemos la cita que aquí
mismo hicimos del economista canadiense Marco Oviedo.
También
es injusto que México sostenga un alto nivel de competitividad internacional
otorgando incentivos injustificados a las empresas más ricas del mundo, con el
pretexto de que vienen a generar fuentes de trabajo, empleos cuya creación
terminan costando muy caras a la sociedad, ya que dichos incentivos que otorga
el gobierno se pagan con dinero público que pertenece al conjunto de la
sociedad mexicana.
Veamos
un referente al respecto, “al gobierno de Puebla le costó 4.2 millones de pesos
cada uno de los 4 mil 200 empleos que Audi promete generar en San José Chiapa,
desde Marzo de 2013, cuando la transnacional colocó su primera piedra, al 2017,
la administración de Rafael Moreno Valle, destinó 17 mil 656 millones de pesos
para las obras complementarias, lo cual fue parte del acuerdo que tuvo con los
directivos alemanes para que se inclinaran por el estado e instalaran su primer
fábrica de autos premium en América, con una inversión de mil 300 millones de
dólares”.[7]
Esto
es económicamente injustificable, no se puede atraer inversión externa pagando
un costo tan elevado por cada dólar que ingresa al país. No se puede transferir
tanto dinero de una sociedad que tiene tantas necesidades a uno de los grupos
empresariales más ricos y poderosos del mundo.
Y
mientras así se premia a la inversión extranjera para que venga a territorio
mexicano y se instale en cualquier entidad federativa, la micro y mediana empresa
nacional reciben insignificancias: “en cinco años se han invertido 4 mil 746
millones de pesos”[8].
Y la suerte de las PYME no es mejor que la del campo poblano y mexicano en
general, con datos de la Secretaria de Economía de la Administración Pública Federal,
podemos observar que para el 2010 y 2011, la dependencia firmó un convenio con
el Gobierno del Estado de Puebla por 75 millones de pesos para apoyar a la micro
y mediana empresa, la proporción de aportaciones gubernamentales fue de 50 y 50
por ciento. Para el 2012 el monto del convenio bajó a 60 millones de pesos, y
del 2013 en adelante ya no hay registro presupuestal de apoyo a las PYMES, “El presidente
del sector alimentos afiliado a la Cámara Nacional de la Transformación (CANACINTRA),
Gabriel Covarrubias dijo que es preocupante la situación, ya que el 80% de las
200 empresas locales son PYMES”.[9]
Los
gobiernos mexicanos federales y locales se han sucedido unos a otros pensando
que la inversión externa es la que va a resolver los problemas del país e invierten onerosas cantidades de recursos
para atraerlas, descuidando el buen estado del tejido productivo nacional que
es el mayor generador de los empleos que sustenta a una economía.
Bajo
esta forma equivocada de concebir y aletargar el desarrollo del país, es como uno
puede entender que el 60 por ciento de los mexicanos vivan con algún grado de pobreza,
y que el 16 por ciento de la población se encuentre en situación de hambre.
Los
gobiernos se han dedicado a obsequiar parte del capital de la sociedad a los
grandes monopolios, restringiendo y sacrificando, con salarios bajos e
impuestos altos el nivel de vida de la población.
Por
todo esto, los mexicanos tampoco podemos estar contentos con el sistema
económico neoliberal y los problemas que hoy enfrenta México con el gobierno norteamericano
representado por Donald Trump, esto debe servir como un momento de unión y reflexión
nacional para redefinir colectivamente el rumbo del país, este momento debe
servir como oportunidad para que:
·
México cambie la visión de su
política económica y la oriente al fortalecimiento de su tejido productivo, con
especial atención en el sector agroindustrial e industrial nacional.
·
Que las relaciones
comerciales de México se diversifiquen a los 46 socios comerciales que tiene en
el mundo, y dejemos de mirar exclusivamente para el norte del continente.
·
Que los gobiernos se
decidan a impulsar y vincular el sector científico y tecnológico con el
productivo.
·
Que haya dinero suficiente
para impulsar la micro, mediana y grande empresas nacionales.
·
Que se mejore el nivel de
los salarios para reactivar el mercado interno y crecer con base en nuestra
propia dinámica.
Hasta
hoy, el 82 por ciento de las exportaciones mexicanas de hortalizas en fresco van
hacia los Estados Unidos y Canadá, pero México tiene importantes oportunidades
en países como: Brasil, Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Japón, China e
Indonesia, entre los más importantes. Para aprovechar estas oportunidades, México
tendrá que resolver algunos problemas de competitividad de sus alimentos, problemas
que no son insalvables porque tienen que ver con la sanidad e inocuidad, nada imposible
para el gobierno y las organizaciones de productores.
IV.
NI
MANDATO DIVINO NI CONDENA FATAL
Al
retomar el análisis mundial, por fin vemos cómo después de 73 años de neoliberalismo
económico, de arrogancia política y estatus económico, de ser beneficiarias del
sistema económico mundial, después de ostentar el titulo de economías
desarrolladas, de países de primer mundo, de haber desarrollado las empresas
multinacionales monopólicas más grandes, de recibir incentivos y transferencias
de capital de los países pobres, de aprovechar casi ilimitadamente los recursos
naturales y la mano de obra barata, de ser empresas que generan y transfieren fortunas a sus países de origen,
de ser economías con las monedas más poderosas del Sistema Monetario
Internacional, y con los mejores niveles de ingreso per-cápita, ahora norteamericanos
y europeos se asustan del monstruo económico que crearon en 1944.
Ahora
que ven que sus economías no crecen como quisieran, que sus niveles de
endeudamiento son más elevados que su Producto Interno Bruto, que la distribución
de riqueza interna está provocando descontento en su población, ahora que se
sienten amenazados por el inmenso mercado mundial de mano de obra sin
oportunidades ni esperanza, resulta que a los impulsores del sistema económico
neoliberal ya no les gusta como está funcionando.
Hoy
tenemos que ser muy claros y admitir que el neoliberalismo con su libre
competencia, desde siempre ha generado cuantiosos beneficios para Estados
Unidos y Europa, pero nunca fue ni será una vía democrática de desarrollo para
los países subordinados, eso fue una ilusión bajo la cual se engancharon al
modelo las sociedades pobres y emergentes.
Paul
Mattick en su Crítica de la Economía Contemporánea, señala al respecto:
El capitalismo está
saturado de monopolios y en gran medida está determinado por ellos. El Estado,
cuya función es la protección de la estructura social, es por lo tanto el
estado del capitalismo monopolista. Este no es, sin embargo, un fenómeno social
nuevo, sino algo que ha caracterizado al capitalismo a lo largo de su historia
aunque en forma menos desarrollada hasta ahora.[10]
Y
continua en otro pasaje, “Para Marx, la competencia del capital lleva a su
concentración y centralización. El monopolio surge de la competencia, así como
la competencia monopolista surge del monopolio”[11]
Mattick
considera que “El capitalismo puramente competitivo solo existió en la fantasía
y en los modelos de la economía burguesa. Pero incluso en ella, ya se hablaba
de monopolios naturales y de precios monopolistas”.[12]
Hoy
día, todo mundo puede entender que la libre competencia o mercado libre es una simulación.
Hay competencia cuando conviene a los monopolios multinacionales, existe el
libre mercado cuando una multinacional quiere avasallar, aniquilar y absorber a
un productor más pequeño dentro de la misma rama productiva. Los monopolios son
de Estado porque están protegidos por las legislaciones internacionales y
nacionales. La legislación internacional está elaborada por los organismos
internacionales subordinados a los gobiernos que los financian, y que a su vez
son los países militarmente más poderosos: Estados Unidos, Gran Bretaña,
Alemania, Francia, entre los más destacados. La legislación al interior de los
países está hecha a modo de los monopolios, y tiene carácter de obligatoria
porque está supeditada a la firma de los acuerdos y tratados internacionales, la
hacen cumplir los gobiernos nacionales para prohijar la estabilidad económica y
la paz social que requiere el neoliberalismo que genera el proteccionismo
monopólico.
Pero
recordemos que el neoliberalismo no es mandato divino ni condena fatal para
quienes lo vivimos y padecemos. Es producto de una posición ventajosa y
prepotente de los EUA. Pero, ante la ausencia de un modelo económico
internacional alternativo consensado y convincente para el desarrollo
equilibrado y equitativo de los países, es urgente estudiar y proponer reformas
al modelo que estamos viviendo y padeciendo, si estas reformas se realizan
oportunamente, con toda seguridad los Estados Unidos podrán fortalecer su ilegítima
legitimidad, y continuarán liderando el modelo económico, seguirán manejando
los organismos internacionales, y la economía estadounidense continuará siendo
el motor y principal mercado de occidente.
Si las reformas no se realizan
oportunamente, la economía norteamericana entrará en una tendencia desfavorable,
la ignorancia del actual gobierno norteamericano lo llevará a cometer graves desatinos
que afectarán a las demás economías occidentales y asiáticas, e irán
complicando la relación de libre comercio y política entre los países. Si las
reformas no se realizan oportunamente, la presencia imperativa de los Estados
Unidos en los organismos internacionales empezará a ser impugnada y los desajustes
propiciarán que otras naciones como Rusia y China, incrementen su presencia y papel
protagónico en el bloqueo de países capitalistas occidentales.
Cabe
advertir que un cambio de liderazgo internacional sin un nuevo modelo
económico, o sin reformas consensuadas, no mejorará las expectativas de vida en
los países que integran el bloque occidental.
Las
reformas al sistema económico deben estar orientadas hacia la regulación o
modificación del Patrón Dólar-Oro, para que la paridad entre las distintas monedas
no genere movimientos especulativos, siempre en perjuicio severo de las
economías en proceso de desarrollo, como la mexicana.
Es
necesario también reglamentar el uso rentista del capital financiero, los
especuladores no pueden seguir jugando con el tipo internacional de cambio
porque están jugando con el bienestar de la comunidad internacional.
Es
muy importante acordar en el seno de los organismos internacionales un
tabulador internacional de salarios para que, a igual trabajo, igual salario.
Alentar
el desarrollo económico en las distintas regiones del mundo para garantizar la
seguridad y la movilidad social sin restricciones.
Es
decir, reformar para humanizar y controlar el sistema económico, haciendo de él
una herramienta propicia para mejorar equitativamente las condiciones de vida
de toda la comunidad mundial.
Pero
Donald Trump no tiene la claridad ni el consenso para reformar el sistema
económico, no obstante, en el ejercicio de sus facultades como primer mandatario
de un país central, y de aquellas que le otorga la sesgada legislación
internacional, seguirá tomando decisiones aventuradas como lo vimos en su
primer discurso ante el Congreso de su país, mismas que irán generando estragos
en la economía mundial hasta en tanto los efectos negativos reúnan a los actores
económicos y políticos del mundo occidental y asiático para poner freno a los
desatinos del Presidente Trump.
Cabe
mencionar que Trump, sus consejeros y simpatizantes, son por naturaleza
emocionales, poco tolerantes y muy reactivos. Esto nos hace pensar que la
comunidad internacional no puede dejar que un grupo de personas carentes de sentido
común y mínima prudencia, impongan a su libre albedrío las nuevas reglas en el sistema
económico, que si bien a instancias de Norteamérica fue creado, hoy involucra a
muchos más países, millones de personas y empresas, de tal forma, que estas
actitudes de Donald Trump deben ser consideradas colectivamente como contrarias
al interés internacional.
Insisto,
no podemos perder de vista que al romper con las actuales reglas del sistema económico,
sin tener un conjunto de reformas consensuadas, se podrían generar consecuencias
muy graves para todos.
En mi opinión, la
comunidad mundial y México en particular, debe aprovechar la coyuntura del
“Brexit” en Reino Unido, el triunfo “populista y patriotero” de Donald Trump en
los Estados Unidos, las expresiones conservadoras y proteccionistas en Francia,
para impulsar esas reformas sustantivas al sistema económico neoliberal, es
necesario oxigenarlo al menos con perspectiva de mediano plazo, donde haya nuevos
actores y se distribuyan mejor los pesos y contrapesos en la economía mundial. México
ya no es el mismo que en 1994, ahora debe desempeñar un papel de mayor
presencia en la toma de decisiones internacionales en congruencia con su
histórico perfil político, económico y social.
[1] A. Gromyko. El Capital al
Servicio de la Expansión Imperialista, Ed. Agencia de Prensa Novosti, pág.41,
Moscú, 1984
[2] Op. Cit, pág. 43.
[3] Recuperable en monografias.com, Miguel Ángel Bolaños Moreno.
[4] El Financiero, 2 de Enero de 2017
[5] Recuperado de http://www.lavanguardia.com
[6] INEGI, Estadísticas a
Propósito del Día Internacional del Trabajo (1 de Mayo), Comparativo de
Salarios y Productividad, gráfica 15, 29 de Abril de 2015.
[7] Periódico Central, Osvaldo Macuil, 13 de Febrero de 2017, Puebla,
México.
[8] Boletín Informativo de la Secretaría de Economía, Infraestructura Pública, Detonador de
Inversiones y Crecimiento Económico en Puebla, 18 de Febrero 2016.
[9] El Economista, Lunes 13 de Febrero de 2017.
[10] Mattick, Paul. Crítica de la
Teoría Económica Contemporánea. Ed. El Hombre y su tiempo, Edición Era. pág.11,
1980
[11] Op. Cit.
[12] Op. Cit.
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