Día 1: DARTFORD
¿Dónde está ese lugar
de Inglaterra?, ¿Qué importancia tiene que no figura en el mapa de ciudades
importantes y ni por equivocación es recomendado por los ingleses?
Solamente nosotros
teníamos interés en conocer ese lugar, un santuario olvidado hasta por sus
hijos más connotados. La manera más fácil de llegar es como se viaja comúnmente
en toda Inglaterra, Así que tomamos el metro que nos trasladaría a la estación
de London Charing Cross, donde abordaríamos el tren con destino a Dartford.
Salimos de Londres
con un cielo nublado pero con temperatura agradable, muy animados fuimos
contando las estaciones de tren hasta perder la cuenta, más de diez en un
corredor de parques industriales, que dicen con el tiempo se han ido poblando y
de ahí la necesidad de tantas estaciones en el trayecto. Por fin el altavoz del
tren anunció la estación, una voz varonil muy clara sentenció “the next station:
Dartford”, la emoción se convirtió en júbilo y curiosidad, que no me
correspondía pero visiblemente fui el más feliz de la embajada de mexicanos, en
esa tierra sagrada para los millones de seguidores en el mundo de la música rock.
Salimos de la
estación y nos hicimos al camino tan resueltos como los que van a recibir una
herencia, avanzamos por calles y calles llenas de pequeños comercios de todo
tipo: bares, restaurantes que dan vida a una
ciudad de unos cincuenta o sesenta mil habitantes, que a leguas se
observa no les interesa otra cosa más que trabajar y resolver sus problemas del
día a día, una actitud muy de los ingleses, pero tuve la impresión de que allí
la indiferencia a saber lo que sucede en el entorno era mayor.
Continuamos caminando
por calles y calles en un ciudad industrial que se extendía sin límite, por la
salida de escolares de todos niveles estimé que pasaría de las trece horas, el
sol quemante –y el único que vimos en Inglaterra- nos daba de frente y nos tostaba
el rostro, seguíamos caminando como los mexicanos devotos que año con año van
el doce de diciembre a La Villita a visitar a la Virgen María de Guadalupe.
Al fin llegamos a la
calle Shepherds Lane, buscamos el número DA12JZ como quien busca un tesoro
perdido, de pronto ahí estaba el número que identificaba la casa donde se encuentra
el Centro Mick Jagger, sí, nada más y nada menos que un edificio que lleva el
nombre del vocalista de los Rolling Stones, un inmueble más o menos grande en cuya
fachada luce un banner con la fotografía del carismático cantante, un sitio
auspiciado por el artista en el que los niños de la ciudad pueden ir a estudiar
música, danza, pintura y no sé cuántas cosas más.
Pude atestiguar la
salida de unos niños de al menos diez años, cargando sus guitarras acústicas en
sus respectivos estuches, tomamos fotografías y continuamos el viaje, aquello
era sólo un preludio de lo que veríamos más adelante.
Volvimos a caminar
apresuradamente, no habíamos comido, el sol quemaba como nunca y la tarde
empezaba a dar muestras de proximidad en un país donde aun en el inicio del
verano la tarde cae casi por sorpresa, por fin llegamos a la segunda calle, una
de las dos más demandadas por nuestra curiosidad Castilian Road, buscamos el número
33 y ahí estaba la casa estilo muy inglés, donde nació y vivió su infancia y
tierna juventud Keith Richards, el guitarrista principal de los Rolling Stones,
casi me arrodillo frente a ella, la mire con devoción buscando detalles en la
fachada, algo sagrado para urdir una anécdota fantasiosa, nos percatamos que la
ventana del piso superior por alguna razón había sido tapada, eso no da para un
poema pero bueno, lo registramos.
Supimos de la casa
por los datos que refieren las biografías de los Rock Stars, la gente del
pueblo lo sabe pero es un hecho tan cotidiano que no le dan la menor
importancia, tampoco supimos de quién es hoy día, lo que vimos fue una tienda
de regalos, artículos para decoración, plantas y artículos para el hogar, una especie
de bazar con todo lo necesario para el trabajo doméstico cotidiano y ya.
Cuidadosamente, para
no alterar la tranquilidad del pueblo, tomamos con la mayor discreción posible
algunas fotografías y nos retiramos del lugar para no incomodar a los
propietarios o vecinos.
Volvimos a tomar la calle
Castilian Road, avanzando por una cuesta en busca de nuestro siguiente
domicilio, a cinco o seis calles el número 39, la pequeña pero muy bonita casa
donde nació y vivió Mick Jagger, sí el vocalista de los Rolling Stones, un
inmueble ubicado en lo que seguramente hace por lo menos setenta años fue un
fraccionamiento de clase media acomodada, el inmueble muy bien conservado, lo
mismo pudimos apreciar en todos los demás, un lugar pequeño pero agradable, de
buen nivel aún en nuestros días para cualquier inglés y ciudadano del mundo.
Frente a la casa
estacionado un vehículo y sentado frente al volante un hombre maduro, el
vehículo tenía el motor encendido para mantener el aire acondicionado, lo
miramos y nos miró de reojo, inmutable, más con cara de enfado que con muestras
de gentileza, como diciendo otros locos devotos de aquel desquiciado. Sin
embargo con hospitalidad o sin ella, con cautela y discreción pero a lo que íbamos,
tomamos sólo las fotografías necesarias frente a la casa y procedimos a
retirarnos con la alegría de la misión cumplida.
Pero aún faltaba el
eslabón perdido, así es que, nuevamente aún con el sol a cuestas y los pies
cansados de tanto golpear el asfalto caliente, volvimos a emprender el recorrido,
cuatro o cinco calles pueblo abajo estaba la escuela primaria donde coincidieron
y se conocieron Mick y Keith, no podría decir que ahí estudiaron, pero de
seguro algo aprendieron como para tener el valor de fundar la compañía musical
más grande y longeva que ha conocido y conocerá el movimiento cultural musical
dominante del siglo XX, el Rock and Roll en su vertiente Heavy Metal.
Día
2, Cambridge
A las 07:30 horas
bajamos a desayunar, la mesa estaba servida con el menú de siempre: frijoles
dulces, salchicha frita, huevos cocidos, cereal con leche, pan tostado, jugo de
manzana, café o te, pan con mantequilla y mermelada. Un austero desayuno
europeo.
A las 08:30 horas
salimos del hotel, el día era muy frio y con llovizna, típico día en Londres.
Nos encaminamos a
tomar el metro para ir a la estación del tren, la mejor manera y la más barata
de viajar en Inglaterra.
Ya en nuestro
respectivo vagón y asientos nos
guarecimos en las ropas mientras el tren iniciaba el recorrido, los vidrios de
las ventanas y los helados fierros no tardaron en empañarse con el calor humano.
Por ahí de la 11:00
horas llegamos a la estación de Cambridge, el día continuaba escueto, arreció
la pertinaz lluvia y un viento helado casi hacia papalotear un gran paraguas que
había comprado el día anterior en la tienda de souvenirs del Castillo de Warwyk.
Caminamos a la
estación del autobús que nos conduciría al centro de Cambridge, aguardamos en
la parada y en menos de diez minutos que se nos hicieron eternos, llegó el
camioncito rojo de doble piso, lo abordamos, fuimos a la parte superior frotándonos
las manos y buscando el rincón más hospitalario, de verdad el frío era
espantoso, al paso del autobús alguien comentó muy animado: “ahí venden unas
quesadillas bien buenas”, ¡vamos! exclamamos los demás.
A pocos minutos
llegamos a nuestro destino, el centro de la ciudad, la lluvia no amainaba y
nuestra misión era hacer un recorrido por lo más importante de la ciudad, no
obstante, dado el magro desayuno del hotel descendimos del autobús y como toros
mansos volteamos contrario y nos dirigimos al MANNA MEXICO, que así se llama el
restaurante de las muy recomendadas quesadillas.
Al ingresar un
paisano joven, bajito, alegre y platicador nos dio la bienvenida, ¿de dónde
son? nos preguntó, de Puebla contestamos, ah que bien, yo soy de Guanajuato,
aclaró de inmediato, siéntense, en diez minutos estamos listos para iniciar el
almuerzo con comida mexicana, de inmediato nos sugirió: “taquitos de cerdo
marinado con queso”, que quién sabe dónde diablos comen eso en México; “tacos
de tinga, mole poblano con pollo, burritos y tortas cubanas”, entre otras exóticas
viandas.
Estábamos en la
comida cuando amablemente se acercó a nosotros y con un estilo muy del bajío
mexicano nos dijo: si vienen a conocer Cambridge llévense esta revista, aquí
están marcados los 31 colegios que hay para que los vayan a visitar, es lo más
importante de aquí.
Claro, ese era el
objetivo de nuestro viaje, conocer los colegios, pero después nos enteramos que
la universidad de Cambridge que en el 2011 fue la número uno en el ranking de las
mejores universidades europeas, no tiene 31 sino 35 colegios de ciencias
exactas.
Sin embargo el
muchacho no reparó en comentarios y mostrando el mapa de la revista señaló con
mucha seguridad, “aquí está el puente que construyó Newton, y por aquí estaba
el árbol donde le cayó la manzana en la cabeza, ah, y en estos campitos se
inventaron las reglas del fútbol”, un desparpajo de información pero un estilo
muy pintoresco que amenizó muy rico el abundante almuerzo cuasi mexicano.
Salimos del MANNA MEXICO
e iniciamos el recorrido bajo la lluvia, empezamos a visitar los colegios
alternando con las abundantes tiendas de recuerdos, fuimos yendo de uno en uno
hasta que llegamos a mi objetivo, el King's Colegio, la escuela donde impartió
clases el célebre economista Alfred Marshall y donde estudió John Maynard
Keynes, el padre del neoliberalismo, ahí
frente a la entrada principal tomamos unas fotografías con un teléfono celular,
misión cumplida para mí, no obstante continuamos caminando y viendo colegios,
todos con su escudo de armas sobre el portón principal, los más antiguos fueron
conventos o monasterios del siglo XII y posteriores.
La verdad es una
ciudad muy bonita, el primer colegio se
inauguró en el 1200, y de ahí sucesivamente. Iniciaron como abadías de
distintas órdenes religiosas, hoy son producto del liberalismo de la reina
Victoria, que los convirtió en colegios particulares de ciencias exactas.
El recorrido fue de
cuando menos cinco a seis horas viendo las fachadas y escudos de armas, patios,
librerías y bibliotecas de los colegios, puro sabor medieval, grandes
edificios, grandes bibliotecas, grandes y monásticos corredores, grandes y
edénicos jardines con banquitas de madera para la lectura de los estudiantes.
La verdad un regio
sabor universitario, un ambiente muy académico, aún en las calles se respira el
elitismo y la densidad del pensamiento científico antiparadigmático, tuvimos una muy grata
impresión, es una ciudad del conocimiento universal más avanzado.
En algunos colegios
ofrecían recorridos guiados por tan sólo 15 libras por cada colegio que se
visitara, algo así como 330 pesos mexicanos por persona, y como éramos cuatro y
solo uno el que pagaba, decidimos democráticamente que verlos por cuenta propia
sería suficiente para empaparnos de aquel ambiente universitario.
Cuando hubimos
agotado nuestra curiosidad de conocer la cautivadora atmósfera de la ciudad
construida en torno a los servicios universitarios, emprendimos nuestro regreso
en el camioncito rojo de doble piso, llegamos a la estación del tren, que al
llegar pareciera que nos esperaba en la plataforma de salida para regresar a
Londres, a preparar maletas para salir temprano al aeropuerto.
Día
3
Cuatro y media de la
mañana, sonó el despertador y a bañarse, después, como soldaditos, maleta en mano
marchamos de uno en uno, el frío de la mañana se encargó de quitarnos la pereza
y las ganas de dormir, nuestro destino era Edimburgo, capital de Escocia de la
que se cuentan innumerables leyendas de terror y espanto.
Como decía, maleta en
mano tomamos el metro en la estación de Paddington rumbo a la estación de
trenes foráneos “Victoria”, de donde
salió el tren que nos llevaría al aeropuerto Gatwick de Londres, llegamos
holgados de tiempo, pasamos la revisión de nuestros boletos y abordamos en el
vagón número tres, soportamos veinte hélidos minutos y llegamos a la estación.
Ya en el aeropuerto
apresuramos el paso para tomar un camión que nos llevaría a la terminal norte
del aeropuerto, cubrimos el recorrido y acudimos a la fila de revisión de los
documentos de viaje, toda una aventura, porque si los ingleses parece que
exageran en precauciones de seguridad, los escoceses van al extremo y no dejan
bolsillo por pequeño o discreto que sea sin revisar.
En medio de una y
otra aduana los empleados del aeropuerto con disciplina miliciana nos revisaron
todo, mochilas, chamarras, zapatos, todo y a todos, propios y extraños sufrimos
las mismas pruebas de confianza, al final abordamos un avión muy cómodo, de
unos 180 pasajeros, para un recorrido de entre 35 ó 40 minutos máximo y tocamos
tierra escocesa.
Al salir de la
terminal aérea fuimos recibidos por una cerrada llovizna y el viento hélido del
norte de la Gran Bretaña, buscamos nuestro camioncito rojo de doble piso,
pagamos el pasaje y abordamos rumbo al centro de la ciudad, el trayecto fue muy
emotivo, la calefacción del camión panorámico dibujó sonrisas en cada uno mientras
festinábamos ver el paisaje urbano, techos y jardines nevados, qué bonito ojala
así fuera todo el día, pero el gusto no duró más de 20 minutos y tuvimos que bajar
del camión a enfrentar las agrestes condiciones climáticas.
Sin embargo, conscientes
de que el turista tiene que ser sufrido, como dicen en mi tierra, mochilas por
delante nos hicimos a la calle, buscando un lugar de comida típica para
desayunar y tomar algo, al poco andar lo encontramos, comimos y conversamos
tomando café y chocolate caliente.
Al salir el clima
había empeorado, el ambiente que envolvía la ciudad era de ventisca polar, sin
embargo, no arriamos banderas, me compré un impermeable en la primera tienda
que encontré, los demás paraguas en mano y capucha de chamarra hasta las cejas,
caminamos por la cuesta que conduce al castillo del reino, una fortaleza enorme
erigida en el punto más alto de una colina.
Al paso encontramos
dos maravillas objetivo del viaje a esa parte del Reino Unido, el primer
monumento, la catedral de Edimburgo que recorrimos lentamente admirando su
belleza, al tiempo que disfrutamos de un recital del coro de la Catedral,
acompañado del órgano monumental que luce espléndido por lo bien conservado que
está, nos sentamos un buen rato y respiramos aires culturales del Medievo.
Al término del
recorrido en la Catedral y a muy pocos pasos de ahí, en mitad de la avenida más
importante de Edimburgo, nada más y nada menos que la calle Royal Mile High
Street que conduce al castillo, estaba ahí el segundo y colosal monumento, una
estatua de bronce tamaño natural, sobre un pedestal de más de dos metros: la
figura de Adam Smith, el padre de la ciencia económica liberal, originario de
esas tierras, donde es orgullo nacional de un pueblo que no cree más que en el
libre mercado, hice una reverencia obligada y dadas las condiciones del clima
continuamos hacia el castillo.
Llegamos al patio
central de la fortaleza, que como digo está situado en el punto más alto de la colina
donde está construida la ciudad, a pesar de la cerrada llovizna la vista de Edimburgo
es excelsa, una joya arquitectónica del Medievo, cuna del pensamiento liberal
inglés y de las logias masónicas de los Escoceses en oposición a los Yorkinos
de Inglaterra. Después de un primer reconocimiento de la ciudad corrimos al
hotel para registrarnos y guarecernos un rato de la lluvia que nos agredía en
serio.
Después de
instalarnos y tomar unos minutos de descanso en la calidez de la habitación, me
percaté que el cielo se había despejado y el pálido sol iluminaba el pétreo casco
de la milenaria ciudad, todo mundo de pie y a la calle, iniciamos el recorrido
y tomamos fotografías de aquí y de allá, fuimos al mirador de la ciudad y desde
otro ángulo vimos el mar del norte, y volvimos a disfrutar de la ciudad
iluminada por un pálido pero reconfortante solecito.
Al cabo de cuatro
horas de recorrido pedestre y con la noche en ciernes a cuestas, buscamos dónde
comer y tomar un par de cervezas antes de ir al hotel, un restaurante de comida
rápida nos albergó, ordenamos la cena, la degustamos con mucha tranquilidad en
medio de una conversación familiar muy agradable, antes de salir fui al baño y
a mi paso encontré un muro con distintos carteles anunciando los espectáculos
de los próximos días en la ciudad, me acerqué, desprendí uno de los “Holys”, el
grupo inglés setentero que cantaba un himno que denominaron “He is my brother”
y lo guardé entre mi chamarra. Cuando salimos del restaurante la ciudad ya
estaba nuevamente bajo la lluvia, así, por ahí de las diez de la noche nos
fuimos a la cama.
Día
4
Me levanté muy
temprano, le eché un vistazo al clima y como no había muestras de mejora, volví
a la cama, la mañana no ofrecía expectativas de buen tiempo, escribí unas notas
en el apuntador electrónico, y más que resuelto me preparé para salir de una
vez por todas a enfrentarme al clima.
Por primera vez fui
el último del grupo en reunirme a la hora convenida la noche anterior, salimos
a comprar los boletos para un recorrido guiado por la ciudad de Edimburgo,
después a tomar café, chocolate y unos panecillos llamados “panques”, que para
nosotros no son otra cosa que hot cakes con maple.
A las 11:10 de la
mañana unas 30 personas reunidas, la mayoría eran españoles, luego argentinos y
complementábamos el grupo cinco mexicanos, iniciamos el recorrido con un guía
de Barcelona que resultó ser un gran animador. Cada monumento un relato más misterioso
que histórico, pero de eso está llena la ciudad, de historias, de hechos y
anécdotas, de aquí la versión de que la Universidad Nacional de Escocia fue la
primera en el mundo en impartir la licenciatura en parapsicología.
Ahí nos enteramos de
historias como la de Burck el asesino, Harrys el carnicero y el doctor Knows, también conocido como el
destripador. Las historia de las horcas públicas y de Maggie Dikson, la mujer
ahorcada que resucitó al tercer día, George Mackensey el sangriento y otros
personajes. Recorrimos callejones milenarios cual túneles del tiempo nos fueron
llevando hacia el siglo tercero y posteriores: cementerios antiguos en los
patios de las casas y las esquinas, la plaza de los escritores, la prisión de
los pactantes, callejones y demás compusieron un recorrido muy interesante,
todo ello mientras escuchábamos a los gaiteros con sus kilt, que así se llaman
los trajes nacionales de la faldita a cuadros.
En síntesis una
ciudad encantadora, con vestigios de cultura original de la tierra de los escot,
descendientes de los antiguos irlandeses, cientos de leyendas de la vida
pública durante el bajo y alto feudalismo, historias de brujas y hechiceras
consideradas por la Iglesia Católica y la burguesía como prácticas paganas, que
dieron lugar a innumerables ejecuciones en la horca pública, que llegaron a ser
parte de la vida recreativa de la sociedad de la época feudal. Un sin fin de
mitos y leyendas que envuelven a la ciudad.
Del recorrido pasamos
a la comida, movidos por la curiosidad fuimos a comer a un restaurancito
recomendado por el guía, pedimos “hagies”
un embutido que combina vísceras de cerdo, cordero y pato, la comida
tradicional escocesa. Eran más de las cuatro y nuestra última visita sería al
Museo Nacional, un antiguo y majestuoso edificio que encierra una cantidad
importante de vestigios culturales, testimonios del devenir histórico de la
Scot-Land, la visita fue incompleta y apresurada pues nos anunciaron que el
museo estaba a punto de cerrar.
Para las cinco de la
tarde el frio y la lluvia volvieron a cubrir la ciudad, ya no había mucho que
hacer, así que sacamos paraguas, capuchas e impermeables y a caminar en busca
del camioncito rojo de doble piso que nos llevaría al aeropuerto, llegamos a los
puestos de revisión de documentos, recorrimos el calvario de vejaciones y por
fin la sala de espera que nos recibió con una mala noticia, por mal tiempo se
habían cancelado algunos vuelos a Londres, de suerte que el nuestro únicamente
estaba anunciado pero con dos horas de retraso, nos predispusimos a esperar
sabiendo que llegaríamos a Londres al
filo de la media noche, sin embargo, una hora después la pantalla electrónica
de la torre de control, informó que el avión tardaría una hora más, total que
llegamos a las dos de la mañana al hotel de Londres, ni hablar, el viajero
tiene que ser sufrido y saber que en cualquier momento le puede suceder esto o de
plano quedarse en el camino.
Día
5
Aún fatigados por la
noche anterior, nos levantamos a tomar el desayuno que se sirve en el hotel,
nuevamente café, pan tostado, huevo cocido y otras minucias culinarias.
Salimos del hotel con
un itinerario muy claro, así que fuimos a la estación de Paddington, tomamos el
metro, transbordamos tres estaciones más allá hasta llegar a St John´s Wood (Bosque
de San Juan), una especie de colonia de gente de dinero en cuyas casas altas,
con jardines y grandes cocheras podían verse vehículos de marca como: Mercedes
Benz, Porsche, Alfa Romeo, Aston Martin, Audi, Mini Cooper, entre otros.
Salimos de la
estación y calles adelante empezamos a ver un singular movimiento de gente que
iba y venía sin descanso y apresuradamente. Sí, esa era la esquina de la calle
ABBEY ROAD, con sus líneas muy pintaditas y trilladas de ida y vuelta por un
incesante flujo de turistas curiosos tomándose fotografías simulando la portada
del disco de los Beatles, donde aparece el cuarteto caminando en filita
mientras cruzaban la calle, a unos metros de esa esquina están los Estudios ABBEY
ROAD, donde se grabó el disco del cuarteto de Liverpool.
Yo contaba con una
fotocopia de la fotografía original, y pude percatarme que los curiosos van a la
calle y toman las fotografías, pero ni idea si en la foto original avanzaban de
tal a cual sentido, porque cruzan y toman sus fotografías sin saber que caminan
en sentido contrario al recorrido que hicieron los Beatles en aquel histórico
instante.
Familiarizados con el
escenario y el movimiento de los curiosos, decidimos tomar la fotografía
anhelada, fotografía que yo imaginaba en un marquito en el altar de los dioses del
Rock, porque ha de saberse que al igual que la mariposa monarca tiene su santuario
en los bosques michoacanos, los dioses del Rock también lo tienen en un lugar
elevado de las montañas de la Sierra Norte Poblana, en el Ocotal Colorado,
municipio de Aquixtla, Puebla, México.
Después de intentar
por un poco más de una hora, resolvimos que era imposible tomar una fotografía
digna, cuando había un intervalo en el flujo de vehículos todos salíamos disparados
y en sentido opuesto tratando de hacer la toma ideal, el resultado era un
amontonadero de gente que parecía más esquina de mercado que de locación para
la foto del recuerdo familiar, y mientras más tiempo transcurría más visitantes
en grupos llegaban cámara en mano, ideamos como plan volver el sábado a las
ocho de la mañana, esperando que por ser día inhábil para los ingleses el
movimiento fuera menor, así es que nos replegamos tácticamente del lugar,
visitando uno que otro de los pequeños comercios que hay en la zona, dedicados
a vender recuerdos para la beatlemanía y otros grupos monumentales del
movimiento musical.
Nuestra siguiente
actividad era visitar el Museo Nacional Británico, que de británico no tiene
nada, pero así se llama. Cuando llegamos a él, después de nuestro respectivo
viaje en el metro, vimos delante de nosotros una construcción colosal estilo romano,
ocho enormes columnas sostienen el frontón principal del edificio, un portón
enorme y un río de gente entre los que llegaban y los que salían.
Vimos el mapa
interior, y seleccionamos diez o doce de las más de ochenta salas de exhibición
permanente que tiene ese museo mundial, primero fuimos a la americana que no
tiene más cosas que trajes de piel de búfalo o bisonte, lanzas, vasijas, pipas
de la paz y otras prendas usadas por las tribus de indios que habitaron la
costa oeste de los Estados Unidos de América, y que justamente los
colonizadores bárbaros ingleses que llegaron a esas tierras se encargaron de
aniquilar.
De ahí pasamos a la
sala mexicana y encontramos un sinnúmero de piezas de las culturas: maya,
olmeca, zapoteca y azteca, entre otras, códices en piedra, máscaras de jade,
figuras de piedra y madera tallada, vasijas, figuras en oro y obsidiana, tantos
y tan importantes símbolos y documentos, que lo primero que uno se pregunta es ¿y
cómo llegaron aquí?, ¿por qué son propiedad de este museo si son patrimonio de
los mexicanos?
Pero bueno, eso no es
nada, se repone del coraje cuando llega uno a la sala de arte griego y romano, pero lo que no tiene nombre es ver y
ponderar el saqueo que los ingleses hicieron al pueblo Egipcio: momias, tumbas,
ataúdes, joyas, piezas de alfarería, y más, mucho más, da pena ver esos testimonios
fuera de su tierra.
Posteriormente
visitamos la sala que denominan arte romano-inglés, que de inglés tampoco tiene
nada, son piezas hechas al más puro estilo romano, algunas seguramente producto
de los cuarenta años de invasión de los romanos a las tierras inglesas, y otras
producto del saqueo que hicieron las empresas inglesas de la primera revolución
industrial, cuando andaban en búsqueda de materias primas y mercados para sus
productos industriales.
Total que el museo es
una maravilla mundial, el acceso es gratuito, cada pieza extraordinariamente
protegida, necesita unos cuatro o cinco días para recorrerlo y con una tienda
de regalos enorme que vende una cantidad impresionante de recuerdos del museo y
de Londres.
Día
6
Desperté muy temprano,
escribí unas notas en el apuntador electrónico, cumplí con la rigurosa ducha,
como dicen los españoles, acudí al desayuno de siempre, leí un poco y por ahí
de las diez de la mañana decreté que era día libre para los integrantes del
grupo, era el último día y todos pensaron en ir de compras para sí o los
amigos, yo pensé en despedirme de la ciudad así que tomé mi libro y emprendí mi
viaje por la ciudad.
Primero fui a Hyde
Park que recorrí por la periferia observando edificios y la amplia lista de
grandes monumentos conmemorativos, seis esculturas ecuestres o alusivas a
caballos en menos de doscientos metros, el caballo tiene una gran presencia y
aprecio en el Reino Unido, principalmente en Inglaterra.
De ahí tome la calle Constitución
Hill, que inicia justamente en el Wellington Arch que recorre por un lado el Green
Park, y por el otro la muralla que resguarda los jardines de la parte trasera
del Palacio de Buckingham, que al cabo de unos quinientos metros, lo conduce a
uno a la entrada principal del Palacio de Buckingham donde cada tercer día se lleva a cabo el
cambio de Guardia Real, un acontecimiento que reúne a más de un millar de
curiosos que desean ver la ceremonia de cuando menos una hora, de aquellos
soldaditos reales vestidos de rojo y un enorme casco o sombrero negro.
La ceremonia acababa
de terminar, así que había mucha gente en torno a la entrada del palacio,
continúe mi camino y crucé la calle hacia la Rotonda de la Reina Victoria, un
gran monumento rodeado de espléndidos jardines con sus cuatro enormes leones
custodiando el Palacio Real, rodeé la rotonda y tomé algunas fotografías.
Cambié de dirección
caminando sobre The Mall e ingresé al St Jame's Park, hermoso lugar con amplios
jardines, árboles frondosos, flores, ardillas, palomas y un gran lago artificial con muchos patos, un
sitio muy concurrido por la población y los turistas que gustan del reposo y la
tranquilidad, me senté en una de las muchas banquitas de madera y empecé a
escribir estas notas.
Continúe mi recorrido,
dejé el parque y me interné en el centro de la ciudad, hacia el corazón de Westminster,
pasé la calle del Parlamento donde visité la estatua de Churchill, luego Bridge
Street, hacia la Abadía y el Big Ben en la esquina del gran edificio del
Parlamento Británico construido a la orilla del Rio Támesis. Crucé el río por
el puente de Westminster y continúe río abajo, pasé por County Hall y me detuve
frente al acuario, a un costado de London Eye para admirar desde la rivera
opuesta el Palacio del Parlamento, frente a mí una monumental ciudad milenaria
construida a las orillas del Rio Támesis.
Día
7
Como de costumbre,
nos levantamos a las seis de la mañana, preparamos maleta con lo estrictamente
necesario y nos fuimos para la estación de Paddington del metro, lo abordamos
en dirección a la London Station Pancras, ahí tomaríamos el EuroStar, el tren
rápido que viaja por debajo del mar para hacer el recorrido de Londres a París,
Francia y viceversa.
Obvio, ya habíamos
comprado nuestros boletos por internet, la forma de comprar muchísimos
servicios en Londres, pero ya en la estación pasamos a revisión de nuestros
documentos, luego la aduana e ingresamos a la sala de espera donde aguardamos
unos minutos, cumplido el tiempo de espera nos dieron la indicación de abordar,
nos pusimos cómodos y el tren inició su travesía, se anunció que la velocidad
de traslado sería de 140 kilómetros por hora.
El tren austero pero
muy cómodo, como los autobuses de lujo, asientos confortables, con su mesita
para comer, leer o descansar los brazos, uno puede caminar de un vagón a otro,
ir al baño, al comedor o al bar a tomar alguna bebida, la velocidad no se siente,
y al cabo de unos veinte minutos de recorrido el anunciador oficial indica que
el tren va iniciar su recorrido por abajo del mar, más o menos a unos 130
metros debajo de la superficie terrestre.
A las once de la
mañana ya estábamos en la estación Gard du Nord de París, salimos de la
terminal y empezamos a caminar en busca de nuestro hotel, avanzamos por la
calle de La Fayette rumbo a la Ópera, ahí abordamos un taxi que nos llevó a
Kleber, una zona de hoteles que está a un costado del gran Arco del Triunfo,
una vez ubicados en el hotel, reorganizamos la agenda y salimos a recorrer
París, e iniciamos justamente en el Arco del Triunfo, de ahí por toda la
avenida de Champs Elysees, hasta la Plaza de la Concorde, visitamos el Gran
Palacio, el pequeño Palacio, cruzamos el río Sena hacía el jardín de los
Inválidos y comimos de regreso en un restaurancito de una calle adyacente a
Champs Elysees, al término de una grata y amena comida con vino francés,
regresamos al hotel para tomar unos minutos de descanso.
París es una ciudad
extraordinariamente hermosa; en sus calles, plazas y monumentos se respira el
Renacimiento, revolución popular, sabor a pueblo enardecido, pero también se ve
y se respira arte, conocimiento, sabiduría, evolución, espectáculos, moda,
cultura y farándula. París tiene todo para todos los gustos.
Por la noche volvimos
a salir, caminamos por la calle Kleber hacia el Palacio de la Arquitectura, una
zona monumental desde donde puede apreciarse la personalidad de la ciudad
parisina, de ahí también se observa la recia y emblemática figura de la Torre
Eiffel, su robusta estructura parece desafiar el tiempo con todas sus
expresiones, sin embargo, de noche e iluminada proyecta glamour, elegancia,
destellos de luz, que causan la sensación de los turistas, es uno de los
monumentos más fotografiados del mundo.
Descendimos por las
escalinatas del Palacio de la Arquitectura, hacia las diferentes plazuelas a
desnivel, grupos de música tocando melodías de rock clásicas, pintores urbanos
y vendedores de recuerdos, de pronto en medio de la obscuridad un estallido de
luces centellantes iluminan la Torre ante miles de turistas diurnos, solo un
minuto dura el efecto de luces pero es suficiente para extasiar a los
visitantes, volvimos a nuestro hotel para reponer la energía para el día
siguiente.
Día
8
Ocho de la mañana, a
desayunar e iniciar la jornada, el frío era tan intenso como el que habíamos
dejado en Londres, empezamos a caminar para la Torre Eiffel porque una parte
del grupo deseaba ascender para tomarse fotografías, ahí tomamos la decisión de
dividirnos en función del interés de cada uno, por mi parte, adquirí el boleto
para el Lopentour y me trepé al
camioncito, busqué el lugar más guarecido del frio y en la medida de lo posible
me puse cómodo, me coloqué mis audífonos para escuchar el relato del recorrido
y mirar, imaginar y soñar en ese maravilloso mundo de historia universal.
A la hora de la
comida nos volvimos a reunir y a partir de ahí nuevamente en grupo: Notre Dame,
Musee D Louvre, Jardín de los Tuileries, Plaza de la Madeleine, Opera Garnier y
otros monumentos nos permitieron concluir el día, al filo de las veinte horas,
tomamos en taxi para trasladarnos a Gare du Nord, para tomar “El último tren a
Londres”, como se titula la canción del grupo de rock inglés Electric
Lightening Orchestra, el de las 21:30 horas, el frío continuaba intenso y los
vagones del tren fueron un refugio gratificante, claro, tan solo por una hora
con cuarenta minutos, pues al llegar a Pancras Station continuó nuestro
suplicio en medio de un frío que penetra por la ropa y llega hasta la médula de
los fríos huesos.
Imagínense en la
calle, con esa temperatura, el viento frío que nos quemaba el rostro, y
nosotros en la calle esperando el turno para abordar un taxi, porque eso sí, a la
tierra que fueres haz lo que vieres –como dice el refrán mexicano-, y en el
Reino Unido si algo hay que acatar es el orden para hacer las cosas, la fila es
la fila y el turno es el turno. Lo bueno fue que a la media noche ya estábamos
en el hotel calentando las sábanas y con un buen cobertor.
Para efectos
prácticos podría yo establecer objetivos del viaje:
Primero.- Geografía
· Ubicación respecto al mundo.
La isla está situada
al norte del continente Europeo, próxima al casco polar.
· Clima
Permanentemente
nublado, con lluvia abundante y temperaturas bajas, el invierno es muy largo y el
verano muy corto, en invierno se obscurece a las 5:30 de la tarde.
· Orografía
Es una tierra sin
grandes montañas, de superficie ondulada, tierra de muy buena calidad, sin
rocas, capa vegetal verde intenso, con aparente bajo recurso forestal
aprovechable y abundantes ríos, lagos pequeños y estanques naturales.
Segundo. El conocimiento externo de las ciudades
· Características
y matices de su arquitectura
Londres es una ciudad
antigua, con gran influencia de la arquitectura romana, construida con
materiales resistentes a la humedad como ladrillo, piedra y adobe, con
frecuente uso de madera en interiores y hierro en exteriores.
· Espacios
públicos
Londres contiene muchos
espacios públicos como plazas, museos, teatros y jardines multicolores.
· La
organización y funcionamiento urbano
El Reino Unido tiene
una organización especial respecto al resto de Europa, los autos con volante a
la derecha, camiones urbanos de doble piso, circulación vehicular en dirección
contraria al resto del mundo, mobiliario urbano y señalética originales.
· Sectores
socioeconómicos
Sólo el 3 por ciento
de la población se dedica a la agricultura, con un sector agroindustrial
superavitario, grandes productores de maíz, trigo, cebada, aceite vegetal,
ovinos, bovinos y caballar.
Un desarrollo
industrial fuerte en las ramas de alimentos, textil, acero, automotriz,
agroquímicos, etc.
El sector comercial
también es fuerte en: alimentos procesados y preparados, ropa, calzado,
servicios turísticos, etc.
· Respecto a
las áreas verdes y concepción de la sustentabilidad.
Los ingleses son muy
proactivos, cuidan y disfrutan de sus áreas verdes.
Hay un gran aprecio
por la naturaleza, por lo verde, muchos espacios verdes y de hecho, los
ingleses no dejan un pequeño espacio sin aprovechar colocando plantas en:
ventanas, marquesinas, umbrales, postes de alumbrado público, etc.
La población es
extraordinariamente cosmopolita, permanentemente ensimismada, extremadamente práctica,
preocupada por la vida diaria, con imagen pública pulcra, ama las plantas, a
los animales en general y a los perros en particular, extremadamente puntuales,
disfruta mucho de sus espacios públicos y evidentemente proclives a la lectura.