CC.
DIPUTADOS SECRETARIOS DE LA MESA DIRECTIVA
DE
LA LVIII LEGISLATURA DEL H. CONGRESO DEL ESTADO DE PUEBLA
P
R E S E N T E S
El que suscribe José Lauro
Sánchez López, Diputado integrante del Grupo Legislativo del Partido
Revolucionario Institucional, con fundamento en lo establecido en los artículos
63 fracción II y 64 de la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de
Puebla; 44 fracción II y 144 fracción II de la
Ley Orgánica del Poder Legislativo del Estado Libre y Soberano de
Puebla someto a consideración de esta Honorable Asamblea, un PUNTO DE ACUERDO, mismo que sustento en
los siguientes:
CONSIDERANDOS
El toro de lidia de nuestros
días tiene sus antecedentes más profundos en el antiguo URU o toro salvaje, que
hace miles de años habitaba los bosques del norte de Europa, de ahí emigró al
sur de Francia y posteriormente a la Península Ibérica, donde los pobladores de
Andalucía delimitaron las zonas de estancia, y al cabo de generaciones el toro
salvaje se transformó en toro de lidia.
En España la tauromaquia es
mucho más antigua que en México, los españoles heredaron de los cretenses el
lanceo con toros bravos, y en el medievo peninsular esta fue una actividad
sublime de los caballeros andantes, se dice que el Cid Campeador fue, entre otras
cosas, un destacado lanceador.
Durante los siglos XVI y
XVII el toreo a caballo, que era una actividad reservada para la nobleza,
alcanzó su rango más significativo como actividad demostrativa del valor y
nobleza, no obstante, al paso de las décadas, ya en el siglo XVIII, el toreo
peninsular ecuestre vasco y navarro perdió audiencia, paralelamente los
andaluces empezaron a desarrollar el toreo a pie, que se fue arraigando en el
gusto de un público cada vez más amplio y sensible; ello propició el surgimiento
de figuras del gusto popular dieciochero como la de Pepe Delgado, mejor
conocido como Pepe Illo.
La fiesta de los toros
llegó a América prácticamente con Hernán Cortés, aquí se adoptó como festejo
taurino, y se arraigó en las costumbres populares
desde las primeras décadas de la conquista, así lo demuestran las más antiguas
ganaderías como la de “Atenco”, enclavada en el valle de Toluca, cuyo registro
data de 1528.
A esta le siguen otras como
la de “San Mateo”, “Piedras negras” y “la Punta”, todas ellas consideradas
ganaderías madre del toro bravo mexicano, y origen de los festejos taurinos de
nuestro país.
El toro bravo no es un
animal doméstico, es un animal de características especiales, su crianza requiere
de un ambiente natural rústico, semidesértico y semiaislado, requiere
condiciones de libertad plena.
Esto nos permite decir que
el toro de lidia contribuye al equilibrio ecológico, toda vez que las
ganaderías son espacios reservados donde se respeta la flora y la fauna
silvestre, haciendo de las ganaderías áreas naturales protegidas donde el
ganado vive en libertad.
Para entender la naturaleza
del toro bravo hay que verlo y comprenderlo desde que nace en su hábitat
natural. Valorar adecuadamente su desarrollo y plenitud que lo habrá de llevar
a la muerte.
Cuando el toro bravo
alcanza su madurez plena va arreciando su carácter, su bravura, los machos compiten
entre ellos y pueden herirse o matarse. El toro de lidia necesita comprensión más
no compasión, el toro de lidia se defiende solo.
Quienes desde el
naturalismo compadecen al toro le agravian mucho más, o peor, que los que le
hieren o matan, dice el escritor español José Bergamín, que “El único insulto
para el toro bravo es la compasión”.
El verdadero toreo no se
burla del toro, ni del público, es un espectáculo, sí, pero un espectáculo
verídico, donde el toreo es naturaleza y arte vivo.
En el toreo, al toro de
lidia no se le busca, se le encuentra, al embestir el toro no exagera su poder,
lo expresa con el temor de su pujanza de fuerza natural viva.
En el toreo, al toro se le
respeta en su espacio y fuerza, el torero que pisa el terreno del toro, acaba
con el toreo y con el toro a cuestas.
El toreo no debe verse como
un fenómeno social aislado de su realidad, hay que verlo desde el origen y
siempre dentro de su realidad, como arte, juego, fiesta y ritual místico trascendente.
El toreo tiene un doble
contenido: es ejercicio físico estético, y es un juego metafísico. En el lucido
arte del toreo las virtudes de: ligereza, agilidad, destreza, flexibilidad y
gracia, hacen posible que en la escena del toreo domine la línea curva, aquella
que compromete al artista, al dibujante, al escultor, al danzante, obligándolo
a pensar, a ser expresivo, a definir y tener un estilo único.
En el toreo, toro y torero van recorriendo el terreno en línea
curva, dibujando un círculo donde el toro va siendo recogido suavemente por los
vuelos de la muleta.
El toreo hay que verlo,
entenderlo y apreciarlo como arte a partir de la percepción y el razonamiento,
es un oficio donde brillan la pasión y la destreza; dos factores necesarios
para valorar cualquier tipo de arte.
Para conocer y valorar
estéticamente el toreo tenemos que entenderlo, pero si nuestra sensibilidad y
juicio se oponen a ello, no hay manera posible de comprender ese arte que surge
del misterio de torear.
El torero se viste de luces
para oficiar, es la expresión visible de la inteligencia, el valor artístico y
la gracia estética, el toreo se hace por la tarde, porque como antiguo ritual
tradicional, la muerte del toro se ofrece al dios sol para que vuelva al día
siguiente.
El traje del torero se
enciende de luces inmortales, para iluminar en la escena un juego de
oposiciones, las más naturales para el ser humano: la vida y la muerte, el
toreo con plasticidad profunda es electrizante para quien lo crea y para quien
lo contempla.
Por eso, la fiesta de los
toros es más que un espectáculo, es una ceremonia, un ritual de arte y vehemencia,
donde se crean y se corean estampas plásticas únicas e irrepetibles.
Se dice que la fiesta brava
es cruenta, y efectivamente lo es. El toro vive su lucha, y muere en ella, la fiesta de los toros es el medio necesario
para que el toro bravo continúe viviendo.
No es correcto considerar
el toreo como una extensión de la violencia
social que hoy nos trauma y nos roba la tranquilidad, el toreo no es violencia,
es fusión de pasiones envueltas en un manto de racionalidad.
Si desaparece el toreo,
desaparecerá la figura milenaria y mística del toro bravo, y con el desaparecerá
una expresión de nuestra realidad, de nuestra cultura costumbrista centenaria.
La crueldad de la fiesta
brava es condición ineludible de la existencia de la belleza del toro de lidia.
Pedir la abolición de los
festejos taurinos, es condenar al toro de lidia a su muerte y
extinción.
Quienes abogan por decretar
la extinción de la fiesta de los toros, no han pensado que también tendrían que
firmar y entregarnos el acta de extinción del toro bravo.
Sobra decir que en Puebla
existe en todo el estado, un vasto público que gusta y disfruta de la
tauromaquia, y se siente parte del
ambiente social que le envuelve, Puebla es taurina por tradición y hoy su
afición está más consciente y vigente que nunca.
Por otra parte, tenemos que
decir que la fiesta brava es una industria que mueve y genera derrama económica
para decenas de miles de personas: ganaderos, vaqueros, forrajeros, herreros,
veterinarios, matadores, novilleros, subalternos, empresarios, artesanos,
vendedores de alimentos, transportistas, entre muchos otros, cuyo ingreso
familiar depende del toro de lidia.
El artículo 1, fracción I
de la Ley de Cultura del Estado de Puebla,
establece dentro de sus objetos, que debemos “Reconocer el derecho de
todo habitante de la Entidad a la valoración de sus manifestaciones culturales y
a la creación, así como a la participación y disfrute de la vida cultural”.
En virtud de ello, nos pronunciamos por el respeto al derecho de
las preferencias y gustos de todos los ciudadanos.
Nos pronunciamos por la
permanencia de los festejos taurinos, como una de nuestras tradiciones típicas
que enriquecen la diversidad cultural poblana y nacional.
Por
lo anteriormente expuesto y con fundamento en los preceptos legales que me
asisten como legislador, me permito someter a consideración de esta Soberanía
el siguiente:
P U N T O
D E A C U E R D O
ÚNICO.- Se exhorta al Ejecutivo del
Estado para que a través del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de
Puebla, se declare a los Festejos
Taurinos como “Patrimonio Cultural intangible del Estado Libre y Soberano de Puebla”.
Atentamente
H. Puebla de Z., a 15 de marzo de 2013