Se
ha comentado en diferentes ocasiones que las economías sudamericanas que más
crecieron en la última década son: la brasileña, la chilena, relativamente la
argentina y la peruana, no obstante, estas economías están iniciando la segunda
década con señales macroeconómicas que anuncian un inminente estancamiento, y
en el caso de Brasil un decaimiento pronunciado del Producto Interno Bruto
(PIB).
Ante
una situación como esta, México
nuevamente se encuentra en posibilidades de enmendar el camino dejado a finales
del siglo pasado, y volver a convertirse
en un referente latinoamericano en cuanto a crecimiento económico y bienestar
social, pero ¿Qué necesita México para retomar la ruta del crecimiento
económico y el desarrollo social?
Primero.-
Que la alternancia política derive en resultados democráticos en beneficio de
la sociedad. Necesitamos un gobierno federal que aliente las garantías y las
libertades ciudadanas, para que la sociedad informada participe más y mejor, detonando
sus capacidades creativas, artísticas, científicas, innovadoras y productivas
competitivas. Que participe más en la creación y distribución de la riqueza.
Requerimos
de un gobierno federal con una administración pública progresista, visionaria,
más eficiente, transparente, que brinde certeza jurídica, seguridad pública y
retroalimente mejor a la sociedad mediante el acceso a la información pública y
la rendición de cuentas.
Segundo.- Necesitamos un programa de política económica
para el crecimiento, el empleo y la redistribución del ingreso nacional. Creemos que es el
momento de volver a una política económica integral, orientada al crecimiento
económico y el bienestar de la sociedad. Para ello se requiere, además de
procurar la estabilidad monetaria y de precios al consumidor, una política económica que
permita entre otras cosas, aprovechar las ventajas comparativas y competitivas
derivadas de nuestra posición geográfica estratégica.
Es
necesario incrementar la inversión pública destinada a infraestructura para el
crecimiento, la generación y atracción de inversiones estratégicas:
equipamiento de parques industriales, invertir en nodos logísticos
intermodales, modernización y crecimiento de la red ferroviaria, en transporte
urbano eficiente, así como el mejoramiento de la flexibilidad financiera de
apoyo al sector público, mediante una legislación adecuada para inversiones
públicas mediante Proyectos para la Prestación de Servicios (PPS), Proyectos de
Inversión (PI) y otras formas de asociación público privadas (APP).
También
es fundamental que en esta política económica y de atracción de inversiones, se
considere avanzar en el combate a los monopolios en telecomunicaciones y
actividades petroquímicas. Avanzar en la generación y distribución de energías limpias
y más económicas, en servicios aduanales más ágiles, en la simplificación
administrativa para la movilidad de inventarios, entre otros; esto alentará el
surgimiento de nuevas y más competitivas empresas.
Tercero.-
Requerimos de una agenda de competitividad que nos permita estar a la altura de
las circunstancias del modelo económico mundial de libre mercado. Necesitamos
de una banca de desarrollo que ofrezca una política crediticia con estabilidad en
el largo plazo, créditos blandos y flexibles para dar certidumbre a los
pequeños y medianos inversionistas nacionales o regionales, esto es vital para
reactivar el sector productivo de alimentos y proveeduría de materias primas,
bienes e insumos para el sector industrial y comercial.
También
es fundamental impulsar la calidad educativa, una mayor y mejor capacitación a jóvenes
y población trabajadora, transitar de la manufactura a la mentefactura, como
condición para desarrollar nuevas vocaciones productivas en el país, tales
como: la industria electrónica, nanotecnología, metal mecánica, biotecnología,
desarrollo de parques electrónicos y clústers, entre otros modelos productivos
propios de una economía abierta y competitiva.