A diario los mexicanos discutimos la necesidad de que nuestro país alcance mejores niveles de crecimiento y desarrollo social, para que la población tenga un mejor nivel de vida. Este fue el motivo de la efervescencia política electoral en 2012, cuando la población nacional tuvo ocasión de elegir un nuevo Presidente de la República, pero, sobre todo, tuvo que definir cuál de las opciones políticas garantizaba el mejor proyecto para lograr los anhelados crecimiento económico y desarrollo social.
Sin embargo, cuando hablamos de conseguir el desarrollo nacional, por lo general hablamos de algo abstracto, es decir, todos nos involucramos en conversaciones sobre el desarrollo; pero pareciera que nadie sabe cómo es, dónde está, o cómo se llega a él. Hablamos del desarrollo como si fuera una quimera tan subjetiva como una mera aspiración o un buen deseo.
Sin embargo, hay que decir que el desarrollo es una cuestión socioeconómica tangible, una construcción que se logra mediante el esfuerzo conjunto del gobierno y la sociedad, utilizando como medios materiales de construcción los recursos económicos de la sociedad y las herramientas técnicas de planeación, que normalmente conocemos como: planes de desarrollo, programas o políticas públicas, tres instrumentos que para efectos prácticos son muy parecidos.
Ante esta difusa idea del crecimiento económico y el desarrollo social, deseo exponer un caso práctico y cotidiano de cómo ubicar las posibilidades de construcción del desarrollo.
Para iniciar, diré que el desarrollo nacional se consigue estudiando las vocaciones productivas de cada segmento, zona o región del territorio y su relación con la población, ya sea rural o urbana; una vez encontrada una actividad potencial se dice que estamos ante una vocación productiva, por tanto, deberá de iniciarse un proceso de planeación prospectiva para lograr su desarrollo. Vayamos a un caso práctico.
La subregión de Tetela de Ocampo, Puebla, México, que incluye los municipios de Aquixtla, Cuautempan, Ixtacamaxtitlán y Tetela de Ocampo, está enclavada en la sierra norte del estado de Puebla, con una parte de la población concentrada en pequeñas ciudades típicas, comunidades o rancherías. Es una zona donde la gente se dedica en su mayoría a la agricultura tradicional, al comercio y en menor medida a las artesanías; por tanto, es una población de indicadores de desarrollo humano e ingresos bajos.
Obviamente, durante décadas esta población ha demandado mejores condiciones de vida: salud, educación, ingresos económicos; es decir, demanda los beneficios de los tan anhelados crecimiento económico y desarrollo social.
Paradójicamente, hoy diversos estudios económicos permiten suponer, con bases numéricas, que la zona geográfica donde se ubica Tetela de Ocampo tiene dos vocaciones productivas importantes: una es el desarrollo sustentable, mediante la agricultura protegida, la fruticultura y el ecoturismo; y la otra es la minería, la extracción de oro y plata de sus montañas boscosas.
Aquí deseo establecer una dicotomía: Tetela está frente a dos vías para el desarrollo, dos proyectos distintos, que podrían ser o no ser complementarios. Veamos cada una de estas vías por las que Tetela puede encontrar crecimiento económico y desarrollo social:
I.- Primera vía: agricultura sustentable
Expresaba con anterioridad que la zona está viviendo un tránsito de la agricultura tradicional a la agricultura protegida, mediante producción de hortalizas en invernaderos tecnificados. Pero también está experimentando un resurgimiento de la fruticultura de calidad, principalmente manzana golden para mesa y durazno de excelente calidad. Por otra parte, estudios realizados indican que la subregión tiene una importante vocación turística que no ha sido explotada, turismo alternativo: rural, de naturaleza y aventura, una vocación productiva que ya no es remota, toda vez que se está elaborando un estudio y proyecto denominado “Sierra Mágica”.
No está por demás afirmar que esta vía de crecimiento y desarrollo es altamente sustentable, pero requiere organización social para la producción, capacitación, capitalización y visión de negocios; lo que hemos llamado “el empoderamiento” de los productores para construir su propia vía de crecimiento económico y desarrollo social.
Ante estas vocaciones productivas, lo que hace falta es realizar un estudio y un proyecto para darle forma e impulso a un agroparque que organice los esfuerzos públicos y privados para detonar el desarrollo productivo tecnificado y competitivo de la subregión.
¿Por qué sostengo que es viable un agroparque?
Porque actualmente contamos con cien hectáreas de invernaderos que producen al año 16 mil toneladas de jitomate, generan mil 200 empleos directos y proporcionan en dos ciclos de cosecha una derrama de 135 millones de pesos al año, que se comercializan por canales deficientes como el intermediarismo y el acaparamiento.
Esto es lo que tenemos como potencial, de manera natural y sin ninguna acción pública de fomento; es esfuerzo cien por ciento de los productores. Supongamos que se fomenta la organización y se diseña un programa de apoyo a la inversión que promueva el crecimiento de los indicadores de manera aritmética. Este programa de fomento permitiría mejorar las cifras de la siguiente manera:
· Pasar de 100 hectáreas actuales a 200 hectáreas de invernaderos.
· Esto implicaría pasar de producir 16 mil a 32 mil toneladas al año.
· De generar hoy día mil 200 a 2 mil 400 empleos anuales.
· De propiciar una derrama económica subregional de 130 a 260 millones de pesos al año.
En un esquema de Agroparque esto se podría lograr en un tiempo de tres a cuatro años, cifras que mejorarían con las inversiones generadoras de empleos indirectos, esto en conjunto nos ubicaría en una situación de pleno empleo sub-regional, con ingresos promedio muy superiores a los que hoy se tienen en la zona.
Trabajar bajo este esquema de inversión en agricultura protegida de reproducción ampliada, genera otros beneficios que alientan la sustentabilidad:
· Se eleva la productividad
· Se mejoran las condiciones de trabajo y los ingresos
· Se fomenta la cultura de uso eficiente del agua
· Se liberan tierras de uso agrícola tradicional, que podrán emplearse para forestación con frutales o maderables (otra fuente de ingresos)
· Se mejoran las condiciones para el turismo alternativo
· Se mantiene el uso del suelo, y por tanto, el hábitat.
Adicionalmente hay que decir, que en la zona existe un campus de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla que imparte la carrera de Ingeniería Agroforestal, también existe un campus de la Universidad para el Desarrollo que imparte la Licenciatura de Agricultura Protegida, una alternativa de trabajo de tipo empresarial, muy distinta a la imagen del campesino de la yunta y el arado.
II.- Segunda vía: proyecto minero
Sin duda la minería es una actividad muy importante en el país, la segunda en aportar divisas después del petróleo. Su presencia en la zona data de 1980, cuando la empresa Frisco S.A. de C.V. inició estudios de exploración, que a partir de enero de 2012 se intensificaron ante la certeza de la existencia de oro y plata en cantidades rentables para el sector privado especializado en la materia.
La minera realizaría una inversión de 160 millones de dólares, y sus representantes dicen ser una empresa socialmente responsable, que trabaja con la norma 120, y por tanto respetuosa de la normatividad federal relacionada con el cuidado del medio ambiente.
La empresa podría generar 630 empleos directos, 2 mil indirectos (seguramente la mayoría serían para técnicos y proveedores foráneos), una importante derrama económica en la zona (a proveedores de alimentos, posiblemente hospedaje, bebidas preparadas y otros servicios) y el correspondiente pago de impuestos y derechos al gobierno federal.
Localización del proyecto
La zona de exploración, conformada por las 84 hectáreas, es un área de manantiales y recarga de mantos freáticos que abastece de agua a la ciudad de Tetela de Ocampo, a sus comunidades, y a los municipios de Cuautempan, Zongozotla y Zapotitlán de Méndez, entre otros. Poseen una zona arbolada y con una biodiversidad de las más abundantes y variadas, cuya remoción implicaría un escenario holocaustico, con los efectos ambientales que esto significaría para la región, el estado, México y el planeta.
La empresa cuenta con los permisos de exploración y explotación de 10 mil 600 hectáreas, aunque la primera etapa únicamente considera 78, de las cuales posee 24. La forma de explotación será mediante la técnica de “tajo”, es decir removiendo totalmente la capa vegetal para realizar cortes a la superficie terrestre, hasta una profundidad de 80 metros; cada tonelada de tierra extraída se va lavando con químicos (hipoclorito, cianuro, calcio, etc.), aplicando medidas de control que permitirán confinar los lodos en grandes presas protegidas con geomembranas para evitar la salida de lexiviados tóxicos.
Para lavar la tierra utilizarían 200 litros de agua por segundo, 4 millones de metros cúbicos al año (aproximadamente), por lo que requerirán por lo menos la perforación de 2 pozos (que parece muy poco); las aguas serían tratadas y reusadas de acuerdo a normas internacionales.
La empresa dice que su presencia sería un polo de desarrollo muy importante para una zona socioeconómica deprimida, pero además impulsaría medidas de protección y compensación del medio ambiente, tales como construcción de un vivero, siembra de arbolitos en las zonas que el tajo permita forestar. También tienen programas sociales de apoyo a la comunidad, como: programa ver bien para aprender mejor (lentes gratuitos), apoyo a escuelas y clínicas, pisos y techos dignos, capacitación técnica a mineros, entre otros.
Ahora bien, conociendo esta información planteo un par de preguntas:
Primero.- ¿Usted considera que estas dos vías de búsqueda del desarrollo son compatibles?
Segundo.- ¿Por cuál optaría usted?
Para algunos esto podrá generar una definición inmediata, la vía sustentable; para otros será un dilema complicado de resolver. Lo que pretendo plantear es que el desarrollo tiene distintas vías: unas pueden ser mejor que otras, o bien pueden ser complementarias. Lo más importante es que la propia comunidad participe y sea quien decida por qué vía desea construir su desarrollo, qué opción le conviene más.
En definitiva la mejor alternativa es seguir la vía sustentable mediante el empoderamiento de los productores detonando sus vocaciones productivas: el ecoturismo, la agricultura protegida y la fruticultura. La segunda vía suena atractiva por el monto de la inversión sin embargo lo más importante es la distribución de las ganancias, en la primera vía los beneficiarios directos son los productores y sus familias y en la segunda vía los beneficiarios finales son más reducidos y no son los de la región.
ResponderEliminarFelicito a Lauro por el interés en un problema añejo para las comunidades de la Sierra Norte del Estado de Puebla. Comparto la idea del acercamiento a través de análisis de los potenciales de desarrollo económico local, visto desde una plataforma integral que incluya los usos y costumbres de las comunidades y los elementos externos que han condicionado hasta ahora sus esfuerzos.
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